Como ya viene siendo habitual, cuando estamos cercanos a dar carpetazo al año, las entidades benéficas y las ONG hacen públicos sus informes. Los resultados ... que muestran son desgarradores y tristes al enumerar los motivos por los que millones de seres humanos están inmersos en el umbral de la pobreza, que crece peligrosamente cada año, y que millares de niños mueren fundamentalmente por desnutrición. ¿Cómo es posible que suceda esto?

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Los informes de Cáritas y UNICEF, entre otras asociaciones, ponen negro sobre blanco acerca de la hambruna que padecen tantísimos españoles, sin contar con el hambre infantil y la desnutrición, que conducen a consecuencias fatales. Es simplemente vergonzoso, y me mueve a escribir, aunque sean unas líneas, con la indignación a flor de piel.

Al respecto, suscribo lo que dijo el premio Nobel Saramago: «No hay ni una sola razón para que exista el hambre todavía, con los adelantos tecnológicos, con tanto millonario aburrido, con los avances nutricionistas y médicos, con lo que se gasta en guerras, con lo que se gasta en un consumismo inútil y tantas otras barbaridades, estamos perfectamente preparados para eliminar el hambre en el mundo». Y yo añadiría que lo que sucede es que hay mucho acaparador sinvergüenza y mucho egoísta que se queda con el dinero de los demás. Ejemplos, a porrillo.

Lamentablemente, el hambre se ha cronificado y continúa siendo una lacra global en pleno siglo XXI sin visos de solución, sobre todo por las escasas ayudas que ofrecen los servicios sociales a los más vulnerables. Es curioso comprobar que hasta personas con trabajo siguen siendo pobres. El hambre, se quiera o no entender, es una cuestión política sobre la que hay que emplearse a fondo para acabar con ella, y todos los representantes de la soberanía popular debían luchar por erradicarla. Un objetivo muy claro que la política complica hasta límites insospechados.

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