Luchar el podio

Todo parece indicar que tendremos un buen año de fallas, observando que en su mayoría han aumentado los presupuestos, aunque esto último no es definitorio de la calidad del trabajo. Ejemplos hay para aburrir.

En el recuerdo queda un proceso contrario que pasaba hace años, cuando la falla tenía un alumbramiento nocturno, apareciendo en la calle casi de la noche a la mañana, nunca mejor dicho. Era una sorpresa en el vecindario. Estas fallas llegaban al mundo como esos hijos que nacen de madrugada y que sorprenden al día siguiente con su rabiosa vida. Todo un ritual que queda ya para la nostalgia histórica, dado que, desde hace tiempo, el volumen de los trabajos no permite que planten en una noche. Unas pocas fallas en la actualidad sí lo pueden hacer, dada su sencilla y nada complicada estructura.

Lo que no ha cambiado es que la falla nace con un plazo fijo de existencia. Tras el mismo, los falleros y los artesanos volverán a tener la ilusión de crear nuevas propuestas para batirse el cobre por el primer premio; galardón que de alguna forma es la justificación a un año de trabajo, esfuerzo y, sobre todo, esperanza. Las ilusiones, por lo tanto, cotizan al alza, pero el resultado final, palpable, lo veremos el próximo marzo.