El puzle callejero

En el recuerdo queda el proceso que acontecía hace algunos años, cuando la falla tenía un alumbramiento nocturno y eran una auténtica sorpresa para el vecindario. Aquellas fallas llegaban al mundo como esos hijos que nacen en la madrugada y que sorprenden al día siguiente con su rabiosa vida. Todo un ritual que queda para la nostalgia histórica, ya que, desde hace años, por el volumen de los trabajos no se puede plantar en una noche. Sí que quedan, por contra, algunas en la actualidad que lo pueden hacer dada su sencilla y nada complicada estructura.

Lo que no ha cambiado ni antes ni ahora es que la falla nace con un plazo fijo de existencia, para que los falleros y artesanos vuelvan a tener la ilusión de crear. En la sección reina de la fiesta se plantan nueve fallas, y otras tantas comisiones se batirán el cobre por alzarse como las mejores. Llega la hora de verlas, y todas merecen, por lo menos, una reposada visita para contemplar qué tipo de fallas son y, sobre todo, donde basan su ingenio y composición artística. Personalmente, opino que habrá más de una sorpresa.

Sea como sea, la realidad es que ese mundo de sueños tiene ya los días contados. Es hora de hacer el balance de un ejercicio, siempre complicado, y que este año ha estado marcado por las secuelas de la DANA. Llega el momento de plantar, de festejar la tradición y de hacer valer los valores únicos de una fiesta única que se sustenta en la falla como núcleo imprescindible. Suerte a los artesanos y, sobre todo, a las comisiones.