

Secciones
Servicios
Destacamos
Un conocido panadero valenciano, Jesús Machí, me dijo que, para su negocio, lo importante era la fidelidad de quien compra la barra de pan cada ... día. Y, por tanto, que ese era el producto que más debía mimar. La joya de la corona. Más allá de grandes creaciones con cereales fantásticos, de sus deliciosos cruasanes y de las mejores focaccias. Pues bien, en la política es lo mismo. Lo que cuenta es la vida diaria del ciudadano. Si eso falla, el gobierno falla.
El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, se adentra este septiembre en la senda del segundo año de legislatura. Lo hace tras trece meses en los que, como alguno de sus colaboradores más estrechos señala, ha llevado un ritmo frenético. Y lo ha hecho porque la prioridad del jefe del Consell ha sido, a contrarreloj y en medio de los descosidos heredados, hacer un curso intensivo de la realidad en la que vivimos los valencianos y, al tiempo, darse un baño de popularidad pueblo a pueblo y evento tras evento -convirtiéndose en un auténtico 'instagramero'-. Algo que le ha permitido -guste o no- marcar un estilo propio que nada tiene que ver con el de su antecesor, Ximo Puig. Insisto, guste a unos mucho, menos o nada.
El presidente, eso sí, es consciente de que llega la hora de la verdad. Sabe que lo que emprenda y asiente este nuevo curso, será básico cara al futuro. Porque, como mantiene una altísima dirigente popular, «lo que no haces en los dos primeros años, luego ya no lo haces». Aunque se debería afinar más, porque es, en realidad, en ese segundo año, tras el desembarco y hacerte al nuevo cargo, cuando se dará a conocer la altura política del dirigente y la capacidad de gestión que tiene él y su equipo.
Y es así porque, pasados esos meses, uno puede analizar los primeros (y naturales) deslices de una llegada, pulir la lógica bisoñez y los vértigos que trae consigo la nueva responsabilidad, reajustar formas en el trato y saber, a ciencia cierta, quién estará contigo (de verdad) y quien, por mera oportunidad. Y si no es capaz de hacerlo, lo tendrá muy mal.
De ese año y un mes le quedará que, más allá de las grandes reivindicaciones valencianas, que venimos lastrando con los años y que tienen un carácter de batalla política enquistado, hay tres grandes pilares sobre los que debe cimentar su actuación política. Y que si fallan, con ellos llegarán los desequilibrios. Si falla la barra de pan, el cliente te da la espalda.
Primer pilar: la política social del Consell. Ese universo de lo social que integra la educación, la sanidad y los servicios sociales en su aspecto más amplio -dependientes, menores, mayores, violencia machista, inmigración, salud mental....- La satisfacción del ciudadano se mide realmente en que esas áreas funcionen bien y sin desmanes ni imposiciones absurdas. Un ejemplo inminente de ello es este inicio de curso escolar. Este mes se sabrá si, a partir de aquí, nuestro sistema educativo se asienta sobre un periodo estable y sin convulsiones o si, de nuevo, es un arma política alejada de un pacto de estado que debería ser obligatorio.
Segundo pilar, extraordinariamente clave: la cuestión económica. La Comunitat se juega el todo a su fortaleza empresarial y a su empleabilidad. Son vitales las inversiones y grandes proyectos nacionales e internacionales que lleguen y que tengan repercusión directa sobre la sociedad valenciana. Pero que no sean números lanzados al vacío, si no constatables. Y que no sean meros anuncios, sino realidades. Porque de su mano habrá, evidentemente, riqueza en la Comunitat. Y lo fundamental, empleo. Que es la base de todo. Por eso, poniendo de nuevo un ejemplo concreto, frenar en seco campañas que den alas a la turismofobia, es prioritario. El turismo es clave para esta tierra. Saber regularlo y hacerlo sostenible, también. Pero sin jugar con él.
Y tercer pilar, muy ligado a los anteriores: el estado de las cuentas de la Generalitat. Porque el gran caballo de batalla debe ser alejar las cuentas públicas de la quiebra. Y evitar que el Estado -o sea, que Pedro Sánchez- pueda tensionar con el envío del dinero a nuestra región. Como si se tratara de un arma política. Una forma de asfixiar a la Comunitat con consecuencias altamente graves. Porque de esos fondos dependen los sueldos de los funcionarios, las infraestructuras, los servicios... La batalla de la infrafinanciación, que permita oxigenar las cuentas de la Generalitat, es urgente y necesaria. No pueden haber más prórrogas. Porque ya hemos vivido episodios anteriores -y bien dramáticos, como recordará el ex presidente Alberto Fabra- en los que era imposible cuadrar las cuentas.
Junto a todo ello, el Consell de Mazón deberá evidenciar que tiene cintura suficiente para poder gestionar la Comunitat en minoría. Deberá ser precavido con los de Santiago Abascal, que han demostrado poca fiabilidad y mucho desconcierto; saber seducir -como ha hecho en algunos casos ya- a Compromís, con políticas en las que puedan acompañarle, y hacer frente a un PSPV poco dispuesto a tenderle la mano, en un momento en el que el socialismo valenciano deberá poner orden en su corral.
Es domingo, 1 de septiembre. Uno de los siete sabios de Grecia, Solón de Atenas, mantenía que el hombre erudito «no busca la fama, sino la satisfacción de su conciencia». Y eso, gobernar con la conciencia tranquila, es fundamental. Porque significará que se gestiona desde la verdad, la humildad y la honradez. Volviendo a Solón: gobernar intentando arbitrar los intereses contrapuestos de los ciudadanos, para que se imponga el interés general.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.