La Albufera y el arroz con cosas
MIGUEL MINGUET, TESORERO DE AVA-ASAJA Y ARROCERO DE LA ALBUFERA
Lunes, 21 de octubre 2024, 00:09
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MIGUEL MINGUET, TESORERO DE AVA-ASAJA Y ARROCERO DE LA ALBUFERA
Lunes, 21 de octubre 2024, 00:09
Las redes sociales se incendian cuando aparecen paellas con chorizo: «Eso no es paella», dicen unos; «es arroz con cosas», añaden otros. Pues bien, si ... me permiten el analogismo, el Parque Natural de la Albufera no puede concebirse sin su ingrediente principal -el arroz- y no faltamos a la verdad si lo definimos como arroz con otras cosas, entre ellas la pesca, la caza, el turismo... que, siendo importantes, no serían las mismas sin la función medioambiental que desempeña el cultivo del arroz.
La armonía entre la agricultura y este ecosistema es el motivo que ha permitido que haya llegado a nuestros días una Albufera digna de ser candidata a la declaración como Reserva de la Biosfera por parte de la Unesco. De la misma manera que lo fue para ser declarada parque natural en 1986. Sin embargo, no ha sido un camino fácil; al contrario, el abandono de los agricultores mayores está a la orden del día, la situación es precaria y el arrocero ya no puede arrostrar más obstáculos y dificultades.
Empecemos por el agua. En la Albufera tenemos una institución, maltratada por nuestra Administración, que aunque para muchos sea desconocida, lleva siglos en funcionamiento y es un patrimonio inmaterial de valor incalculable. La Junta de Desagüe de la Albufera de Valencia es al lago lo que el Tribunal de las Aguas es a la Huerta de Valencia y durante su larguísima historia siempre ha sido ejemplo de co-gobernanza y buena gestión de las aguas.
Frente a los mensajes ideológicos que tratan de culpabilizarnos, los datos científicos y las experiencias agroambientales demuestran que el cultivo del arroz es más víctima que culpable de la mala calidad y escasez de las aguas. Contar con más agua para los arrozales y permitir que los arroceros la gestionen bien favorecería su actuación como la gran depuradora verde que es, desde los núcleos urbanos hasta el lago. Sin arrozales, en cambio, el humedal acabaría degradándose en forma de ciénagas, casi colmatadas, llenas de cañavera invasora, insectos portadores de enfermedades y con un agua estancada donde sería casi imposible la vida acuática. Por eso resulta vital que las administraciones, sean del color que sean, se dejen de conflictos estériles y lleguen a consensos para destinar el caudal necesario al parque, a la vez que escuchen la voz de los arroceros sobre cómo gestionar las aguas. Como hemos hecho durante siglos.
El ecologismo mal entendido también ahoga a los arroceros (y no de agua) con su continua presión sobre la prohibición de materias activas fitosanitarias. En las últimas campañas la cosecha está descendiendo porque se nos prohíben arbitrariamente las materias activas que llevamos años empleando y se siguen empleando en el resto del mundo. Tristemente las variedades tradicionales son las más afectadas, sobre todo el arroz Bomba que está desapareciendo de nuestros campos.
Ante el hongo de la piricularia, la escasez de productos está generando resistencias, de modo que su efecto es prácticamente nulo. En cuanto a las malas hierbas, se nos han suprimido algunos de los herbicidas más habituales que sí se siguen permitiendo en los países terceros, así como en Italia y Portugal porque allí, teniendo la misma legislación que España, sus gobiernos se han mostrado sensibles hacia el campo. Casi el único tema en el que podemos sentirnos satisfechos es la lucha contra el 'cucat', donde gracias al trabajo de los técnicos de la Administración sí se ha podido dejar de usar fitosanitarios porque había una alternativa viable de control biológico, basada en la confusión sexual. Pero aun así hay que ejecutarla bien, porque si no puede reaparecer como ha pasado este año.
Más sensatez hemos logrado con la quema de la paja del arroz, una práctica que los más obsesionados con las prohibiciones han querido erradicar siendo peor el remedio que la enfermedad. Coincidimos en que la primera opción siempre es retirar la paja para su aprovechamiento, pero si no es posible, y no lo es en la mayoría del parque, la quema pasa a ser la mejor solución tanto para prevenir plagas y enfermedades como para evitar la aparición de aguas negras y la muerte de peces.
Otro tema al que hay que dar una respuesta urgente son las pérdidas causadas por la fauna salvaje. Primero fueron los patos, después los jabalís y ahora los flamencos, cuyas bandadas rosas constituyen un nuevo reclamo turístico que causan daños enormes donde se posan.
La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, trasladó a AVA-ASAJA que la declaración de Reserva de la Biosfera no va a añadir nuevas limitaciones a la producción del arroz; lo mismo podemos decir del conseller Vicente Martínez. Así lo esperamos. La agricultura y el medioambiente no sólo son aliados compatibles, sino que necesariamente han de maridar y si queremos preservar nuestra Albufera debemos encontrar las recetas que nos permitan garantizar un sostenible arroz con otras cosas.
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