Secciones
Servicios
Destacamos
Llevo toda la semana respondiendo lo mismo, que estamos bien, que afortunadamente no nos ha pasado nada, que ni el agua ni el barro nos alcanzaron, que no hay que lamentar daños personales ni materiales a nuestro alrededor. No han parado de llegar mensajes preguntando ... por cómo estamos. De familiares, de amigos, de compañeros de trabajo, de personas con las que ya no tenía apenas relación pero que al ver las imágenes de Valencia se han acordado de mí y de los míos. Desde el pasado miércoles el teléfono no ha dejado de sonar. Reconforta saber que otros te tienen presente.
A todos les digo que estamos bien, que la riada no avanzó hasta la capital, que nos salvó el cauce. Trato de explicarles la sensación extraña que vivimos el miércoles por la mañana, después de ver la noche anterior las imágenes del agua enfurecida destrozando vías, carreteras, casas. Y vidas. Lo que suponía recorrer las calles limpias de una Valencia soleada y sentir escalofríos por la tragedia sucedida unos kilómetros más allá. En aquellas primeras horas en shock, con la dana todavía amenazando, buscábamos miradas cómplices entre los que nos cruzábamos. Nos adivinábamos la rabia, la impotencia, incluso la culpa por haber sobrevivido. Un cóctel complicado de gestionar. Les cuento a quienes me escriben que nunca estuvimos tan cerca del abismo, pero que nos separa un puente tremendamente metafórico.
Les digo que estamos bien, aunque en realidad no lo estamos, para qué nos vamos a engañar. Pasan los días, se suceden las emociones. Al temor del primer momento le relevó la angustia producida por la incertidumbre de lo que podría venir. Después se impuso la tristeza, que no termina de irse, porque no dejamos de conocer de primera mano los relatos de los principales afectados. Los que han despedido a seres queridos, los que agotan la esperanza según transcurren las horas, los que lamentan el abandono, los que braman por haberlo perdido todo. Imposible permanecer impasible ante cualquiera de estos escenarios. No hay quien calme a nuestro interior mientras todo esto resuena.
Estamos bien. El mensaje lo he reenviado cien veces. Primero, porque la intención es transmitir calma y porque en la comparación no cabe lugar para las quejas. Y segundo, porque necesitamos convencernos de ello, de que de esta también saldremos, no queda más remedio.
Nunca he estado tan cerca de Sedaví, Chiva, Paiporta, Utiel, Catarroja o Massanassa como en estos días. Los siento tan cercanos como la gran vía Fernando el Católico o la calle Guillem de Castro, por más que por estas circule más a menudo. El barro lo ha manchado todo. Se ha convertido en el triste símbolo de esta tragedia. No nos lo vamos a quitar de encima durante una buena temporada, por más que nos pese. Pero estamos bien. Estamos bien. No dejemos de repetirlo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.