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Black Mirror' ha dejado de ser una serie que advierte sobre los peligros de la tecnología para adentrarse en otros terrenos. No hay problema con eso. El universo y potencial de la producción de Charlie Brooker es enorme y permite acoger relatos de todo tipo. ... No hay problema con eso. Si 'Black Mirror' quiere ser otra cosa se lo permitimos. Incluso si lo que quiere ser es algo que ya existe, como 'The Twilight Zone' o 'Cuentos asombrosos', títulos de los que ya bebía. Ninguna objeción al respecto.

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De hecho es hasta plausible la búsqueda de otros enfoques y retos, aunque el coste sea que se pierda la capacidad visionaria con la que nos sorprendía este formato. Eso sucede con algunas de las nuevas entregas de este formato en Netflix. La plataforma ha estrenado la sexta temporada cuatro años después de los capítulos anteriores. Presenta cinco historias, de padres y madres diferentes, en las que se juega con el terror, la parodia y la ciencia ficción.

No es la primera vez que 'Black Mirror' coquetea con otros géneros aunque ahora ha quedado más claro que nunca que aquel propósito de anticiparse a lo que iba a venir, de señalar los abusos que se suceden en nuestra sociedad a costa de los avances tecnológicos, de criticar la tiranía de redes sociales. Aquella criatura, que dio frutos prodigiosos como 'Tu historia completa', 'El himno nacional', 'San Junipero' o (mi preferido) 'Ahora mismo vuelvo' amplía su mundo y se redefine, algo que necesitaba porque ya estaba agotada intentando ser fiel a sus orígenes. Esa búsqueda le sale mejor y peor en esta última temporada. 'Beyond the sea' es un dignísimo episodio que se puede comparar con algunos de los clásicos. 'Demonio 79' es torpe y aburrido. Cara y cruz.

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