Secciones
Servicios
Destacamos
Estamos tan familiarizados con los grandes eventos, con las superproducciones, con los proyectos mastodónticos que no sabemos valorar los pequeños gestos, las gestas más humildes, los detalles significativos. Nos ocurre en nuestro día a día también. Este mundo megalómano nos malacostumbra y nos nubla la ... mirada. Y ese delirio nos impide reconocer algunas cosas buenas que nos rodean, placeres minúsculos pero que reconfortan como los que más, victorias mínimas con enormes consecuencias.
Hace unos días mi compañera Marta Hortelano me preguntó qué buena noticia de mi vida personal recordaba con especial alegría. Para quienes no lo sepan ella comanda un podcast diario -Los buenos días- que pusimos en marcha en la web de LAS PROVINCIAS hace unos meses y en el que se fija, precisamente, en las buenas noticias que no suelen abrir informativos o portadas de periódicos. Está mal que yo lo diga pero es uno de los proyectos en los que he participado de los que me siento más orgulloso.
El caso es que Marta me hizo reflexionar sobre lo que consideramos una buena noticia. Porque en un primer instante solamente me venían a la cabeza acontecimientos trascendentales relacionados con mi familia. Que sí, que es una magnífica noticia que un ser querido supere una enfermedad, o tener un hijo y que este te diga «te quiero con toda mi alma» (aunque no tenga claro lo que eso significa), o que te reconozcan un trabajo. Todo eso hay que celebrarlo, con honores además. Pero no solo deberíamos aplaudir y sentir orgullo por los actos mayúsculos porque eso puede conducirnos a la frustración. No todos los días nos van a ocurrir sucesos de ese calado y es posible incluso que algunos ni siquiera se repitan. ¿Y entonces qué? ¿Debemos ofuscarnos?
Espero que no. Hemos encarecido las buenas noticias. O nos hemos colocado unas gafas que solo nos permiten ver las que estén escritas con letras muy grandes. Y eso nos lleva a lugares en los que definitivamente no queremos estar.
¿Qué nos hacía felices cuando éramos más pequeños, cuando teníamos menos pertenencias, cuando nos quedaban más caminos por descubrir? Y entonces pensé en las pequeñas buenas noticias que nos han dado. En los síes que hemos recibido y ya no recordábamos. Y si lo piensas seguro que tú también eres capaz de elaborar una larga lista de síes que te hicieron ilusión, que te arrancaron sonrisas de satisfacción. Pensé en las veces que dije «lo conseguí»-al terminar o completar algo, al aprobar, al acceder a un sitio- y en la sensación que se me quedó en el cuerpo al verbalizarlo ese sí.
Y fue de este modo como la lista de buenas noticias que podría enumerar aumentó notablemente. Y me hizo, al menos por un ratito, sentirme afortunado, congraciarme conmigo mismo, que de vez en cuando no viene nada mal.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.