En esta vida he cambiado de opinión sobre casi cualquier tema. Quienes me hayan leído en estas páginas lo habrán comprobado. Donde una vez dije digo después he dicho diego. Soy imperfecto, no puedo evitarlo. Ha variado a lo largo de mi vida mi parecer ... sobre la familia, el trabajo o las parejas. Y sobre otros asuntos menores, también. Varias veces, de hecho. Ha dependido de mis circunstancias vitales, de la edad -claro- o de las personas de las que me he ido rodeando.
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Cambiar de opinión no está tan mal. Tiene mala prensa últimamente, lo sé, pero creo que se debe más a estrategias políticas que a convicciones reales. Desconfío de las personas que no se equivocan, de los que tienen pensamientos firmes, de los que no modifican posturas pase lo que pase. No me dan buena espina. No me parece sano ese inmovilismo.
A Pedro Sánchez se le ha reprochado en los últimos meses que se decantase por opciones y tomase decisiones que no estaban previstas. Que no figuraban en su programa electoral, de las que no había hablado, incluso algunas que él había perjurado que nunca realizaría.
La campaña electoral, de hecho, se está basando en los cambios de opinión de nuestro presidente. Por ellos le han preguntado Pablo Motos, Alsina o Ana Rosa -entre otros muchos de los que han entrevistado al líder del PSOE en las últimas semanas-. Ellos le acusan de haber mentido en relación a Podemos, a los independentistas catalanes y a otros cuantos puntos. Él, que se ha venido arriba en cada uno de estos encuentros televisivos, asegura que lo suyo no son bandazos sino rectificaciones. Habrá quien piense que es solo un eufemismo para no reconocer giros, pero es aconsejable observar los matices. Esto no va de partidos. O no debería. No todo en la vida hay que medirlo en función de nuestra ideología.
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Cuántos padres antes de serlo juraron que ellos nunca consentirían algunos comportamientos de niños hasta que tienen los suyos propios y modifican esas afirmaciones rotundas. Cuántos hijos aseguraron que nunca tomarían decisiones en torno al cuidado de sus padres y más tarde no han tenido más remedio que recurrir a ellas cuando la realidad les ha obligado a pasar por ese mal trago. Cuántos amigos se proclamaron lealtad eterna y por distintas razones esta se terminó quebrando.
Porque lo de que la vida da muchas vueltas es un lugar común pero según vas cumpliendo años te das cuenta de que es una verdad como un templo. Y que no es lo mismo hablar de algo cuando eres un empleado que cuando asciendes a jefe, cuando estás arrendando un espacio que cuando eres el propietario, cuando es algo que te atañe solo a ti o si implica a más personas. El problema en el caso de Sánchez es que fue tajante en declaraciones antes de llegar a Moncloa. Conviene morderse la lengua para evitar rectificar tanto.
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