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Para ser una capital verde hay que creérselo, hay que entender de verdad lo que eso significa y considerar que merece la pena esa apuesta ... por el bien de los vecinos. Conozco de primera mano el caso de Vitoria, porque he crecido allí y después he sido testigo de sus políticas urbanísticas.
Vitoria era una capital verde mucho antes de que un organismo europeo le otorgase ese título y de que aquello funcionase como estupenda campaña de marketing que se ha aprovechado para atraer un tipo de turismo concreto y para aumentar la proyección. Pero, como digo, el modelo que querían surgió hace décadas y no ha cambiado según el gobierno de turno. Ese ayuntamiento lo han ocupado siglas del PNV, PSOE y PP y el objetivo no ha variado con ningún alcalde.
Es cierto que la capital vasca partía con una ventaja geográfica. Es verde per se, está rodeada de montañas y repleta de jardines. Pero a eso se han unido otras decisiones que amplían el concepto de 'verde'. Porque el título responde también a una preocupación por el medio ambiente, a avances en la movilidad urbana, a la gestión de residuos o ruido, y al uso sostenible del suelo público.
La peatonalización de Vitoria comenzó en los años 80. Mucho antes de que ese término se extendiese en el debate popular allí se empezó a desviar el tráfico de las calles del centro. Hubo mucha polémica entonces. Hoy en día ningún vecino se imaginaría la ciudad de otra forma. Desde entonces se ha avanzado en esta línea a la hora de realizar modificaciones, ampliando las zonas para los peatones y mejorando mucho el transporte público. El hecho de que sea una localidad de dimensiones no muy grandes ha ayudado a consolidar este esquema urbano, que es más difícil de aplicar en lugares con más habitantes. Pero no es imposible. En 2012 Vitoria logró el reconocimiento de Green Capital y aquello sirvió para impulsar medidas en las que ya se trabajaba.
¿Qué esta pasando en Valencia con este nombramiento? Tengo la sensación de que nadie termina de créerselo ni confía en cumplir los requisitos. El gobierno actual se encontró con la capitalidad al tomar posesión, porque era un proyecto que pelearon los anteriores dirigentes. En esa tesitura tenía dos opciones: volcarse en él o desestimarlo. Desgraciadamente ha tomado el camino del medio, el de la ambigüedad. Solo así se entiende que se delegue la representación en algunos actos en concejales de Vox, un partido escéptico con el cambio climático y que reniega de asuntos como la biodiversidad, la ecoinnovación o el rendimiento energético, que están en el adn de la capitalidad verde. Luego no se pueden extrañar de que hablen de «alarmismo climático». A esto se une la falta de ambición municipal a la hora de actuar y explicar lo que se va a hacer durante 2024. Nadie lo sabe. Cualquiera diría que lo único que quieren es que pase el año cuanto antes y puedan quitarse el color verde de encima.
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