Secciones
Servicios
Destacamos
Las citas las carga el diablo. Depende de quién las haga y en qué contexto se pronuncien pueden predisponer a uno y a otro a recibir de distinta manera la obra de un escritor. Porque en esta realidad tan polarizada y tan tristemente dirigida en ... que vivimos no somos capaces de separar el grano de la paja y preservar un pensamiento propio.
El mismo autor -pongamos a Pérez Reverte, pongamos a Muñoz Molina- dependiendo de si ha sido mencionado por un político o por otro recibirá una respuesta diferente. Puede ser incluso el mismo texto pero que dicho en boca de un determinado representante suena de una forma y en la de otro de un modo muy distinto.
O dejamos que suene. Porque nos dejamos llevar y no vamos más allá. Si un político al que no votamos usa un texto de un autor ya entendemos que no podemos comulgar con ese otro, ya le colgamos una etiqueta, le marcamos para no leerlo jamás. Permitimos que se hagan apropiaciones indebidas, comulgamos con ellas. Somos cómplices. La elección de ninguna cita es casual y diría yo, que teniendo en cuenta los tiempos que corren, casi nunca se hacen por criterios realmente literarios.
Esconden otras intenciones. Nada es baladí, sobre todo si se hace en el ámbito político, tomando frases fuera de contexto o para incluirlas en discursos para los que seguramente no fueron concebidos. Y lejos de nacer como fruto de la admiración se persiguen otros interés, como dar autoridad a unas palabras o lograr que un mensaje se refrende. Resultan falsos aliados. La cita a veces descubre compañeros de viaje que nunca hubiésemos imaginado.
No son pocas las firmas que han manifestado públicamente no estar de acuerdo con la utilización que se ha hecho de algunos fragmentos que ellos mismos han escrito. Y nos hemos preguntado qué sucedería si autores muertos levantaran la cabeza y comprobasen como se han prostituido o desvirtuado sus palabras.
Pero lejos de caer en esa trampa conviene tener altura de miras y también, por qué no decirlo, algo de cultura para identificar y poner en valor algunos nombres a los que otros citan.
Y sobre todo no ningunearlos o desprestigiarlos por el simple hecho de que hayan formado parte de discursos con los que no se está de acuerdo o porque los ha mentado alguien por el que no siente gran simpatía.
Lo digo porque en las últimas horas he leído y oído barbaridades sobre Vicente Andrés Estellés, Xohana Torres y Felipe Juaristi, los poetas contemporáneos a los que recurrió Francina Armengol en el Congreso de los Diputados durante la jura de la Constitución de la princesa Leonor. Más allá de gustos los tres poseen trayectorias irreprochables y méritos más que contrastados. No caigamos en la trampa de la cita.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.