Secciones
Servicios
Destacamos
He perdido mis auriculares. Me han durado apenas un año. Creo que aproveché el 'black friday' del año pasado para comprar unos nuevos porque no conseguía encontrar los anteriores. Esta vez ha sido peor. No salimos ganando nadie. Ni el que se haya topado con ... ellos ni yo, porque en realidad he perdido el estuche y solo uno de los cascos. El otro aún está en mi oreja. Y ahí seguirá llorando la ausencia de su compañero, hasta que muera de pena, como les pasa a los agapornis.
Los he buscado por todas partes. Por casa, por el trabajo. He desandado lo andado por si se cruzan en el recorrido o veo la luz y recuerdo qué he podido hacer con ellos. No guardo esperanza. Creo que he visitado todos los lugares posibles en los que pude haberlos dejado y no ha habido suerte. Así que abandono la esperanza y me resigno a no volver a escuchar a nada.
O tal vez a comprarme otros de repuesto. O a confiar en que Papá Noel lea este artículo y pueda darme una sorpresa aunque no mencionase nada de esto en la carta que le escribí hace unos días junto a mi hijo, que tiene una fe ciega en la eficacia de Correos. Ojalá mi plegaria llegue a tiempo. Si no siempre nos quedarán los Reyes Magos. O pasar por caja.
Hay perdidas a las que tarde o temprano nos toca enfrentarnos. Como la de los auriculares. Desde que son inalámbricos están abocados a que los olvidemos en cualquier sitio. Y no hay ninguna app que ayude a localizarlos por muchos sonidos o mapas que nos ofrezcan. A la hora de la verdad sirven para poco. Lo mismo sucede con las gafas de sol. No soy capaz de enumerar la de pares que he perdido, que han quedado en bares, autobuses o mostradores de tiendas, en los que cuando vuelves nadie sabe nada. Todos los veranos nos amarga el sol y toca gastarse los duros. He pensado seriamente atármelas a la muñeca como si llevase unas esposas. No descarto hacerlo en 2024.
A esta lista se unen otros objetos cotidianos, que corren el riesgo de caer en ninguna parte y de aguarnos el día, como el paraguas, las llaves, la cartera, las tarjetas de crédito o el documento de identidad. De media, una persona extravía hasta nueve artículos al día y gasta unos 15 minutos diarios en encontrarlos. Este tipo de desmemoria se debe al parecer al síndrome de la vida ocupada -en estos tiempos en que ponemos nombre a todo- y se produce por la necesidad de hacer algo constantemente.
Son problemas del primer mundo, lo sé, pero perdemos horas buscando cosas que juramos haber puesto en un sitio en el que no están. Eso sí, cuando aparecen lo celebras como si te hubiesen dejado un maletín cargado de dinero entero para ti. Pequeños placeres.
No sucederá algo así con mis auriculares, y perdonen que sea reincidente, pero he de sobrellevar el duelo, acostumbrarme a su ausencia y a llenar el vacío.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.