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Para sorpresa de nadie la sesión de control del Gobierno ayer se convirtió en una batalla dialéctica entre los principales partidos de nuestro país para demostrar quién tiene la corrupción más larga. Nadie había acudido allí con la finalidad de ofrecer explicaciones sobre nada. ¿Para ... qué? Se habían preparado en todo caso para dar la réplica, para acusar al contrario, para elevar el dedo y señalar a los de la bancada de enfrente por lo que han hecho, están haciendo y harán.
La oposición había previsto que el pleno se centrase en el caso Koldo. No es para menos. Todo lo que rodea al asesor de Ábalos apesta. Y a medida que conocemos más detalles el hedor se hace más insoportable. Ahora bien, la acumulación de acusaciones cruzadas y el ruido mediático y político en torno a la trama no ayuda a que comprendamos realmente sus dimensiones. Entiendo que la oposición quiera aprovechar las revelaciones para poner en aprietos al actual ejecutivo, pero no tiene sentido dedicarse a reclamar dimisiones sin ton ni son. Lo suyo es que se deje trabajar a la Fiscalía, que se pongan en marcha las comisiones de investigación pertinentes y que con los datos en las manos se exijan responsabilidades. ¿Pero quién quiere conocer la verdad pudiendo conseguir un titular o un vídeo viral?
El PP sacó la artillería y el Gobierno no se dio por aludido. Decidió sacar el comodín de Ayuso y entonar el «y tú más». Corruptos. Y tú más. Saqueadores. Y tú más. Malos gestores. Y tú más. Mentirosos. Y tú más. Puteros. Y tú más. Amigos de narcotraficantes. Y tú más. Y así sin parar. Lo de la presidenta de Madrid tampoco pinta bien. No puede ser casualidad que todo el que la rodea se enriquezca de ese modo. Ella, por supuesto, prefiere escudarse en que esto es una cacería y de paso enfangar a las instituciones que investigan a su novio. Con Ayuso, lo mismo que con Koldo. Que se aclare cualquier atisbo de fraude y malversación. Y que se pidan explicaciones a quien corresponda. Y donde corresponda. Y ese sitio no es el Congreso de los Diputados. Y menos en una sesión de control del Gobierno.
El «y tú más» en el que vive instalada la política española alcanza cotas insoportables, como demostró la celebración del vigésimo aniversario de los atentados de Atocha. Posiblemente el fatídico 11M fue el desencadenante de la relación que mantienen PP y PSOE en los últimos años, incapaces de ponerse de acuerdo en nada y empeñados en distanciarse y en bombardear cualquier posible colaboración entre ellos.
La jornada del lunes debía haberse centrado en recordar a las víctimas y en lamentar lo sucedido, pero volvió a desembocar en una suerte de dimes y diretes entre nuestros políticos. Los que están ahora y los que estuvieron entonces -empezando por Aznar- que dos décadas después son incapaces de reconocer lo que hicieron mal. Muy mal.
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