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Hoy salgo huyendo. No me voy, me echan las Fallas. O, para ser justos, me echa el concepto de celebración que hay alrededor de estas fiestas. Hoy sería un buen día para salir a ver los monumentos, para disfrutar del trabajo de los artesanos, para ... deleitarse con alguna de las piezas que durante el año se preparan y que son espectaculares además. Pero a estas alturas estoy agotado. De verbenas a deshoras, de petardos, de olor a fritanga, de calles cortadas, de barras que surgen como setas en las aceras. Todavía no han comenzado los días grandes y ya llevamos semanas de excesos.
Hace tiempo que algunos denunciamos los abusos que se cometen con las Fallas de coartada, el todo vale que se instaura en esta ciudad cuando llega marzo. Nos llamaban amargados, aguafiestas, cascarrabias. Lo siguen haciendo, lo asumo, no pasa nada. Pero la sensación es cada vez más generalizada, la de que esto se está yendo de las manos, de que la fiesta toma derroteros peligrosos.
Cualquier acto ahora se convierte en una especie de 'rave' con discomóviles y alcohol, lo mismo da que sea una mascletà que la crida. Cualquier calle está atestada de churrerías, bares ambulantes y foodtrucks, sin tener en consideración a los negocios locales ni a los vecinos que por allí han de transitar. Cualquiera puede tirar un petardo o similares cuándo y dónde le dé la gana.
Ciudad sin ley durante un mes. Lo menos importante es lo que cuenta cada falla, el espíritu crítico con el que surgieron, las ganas de innovar que se atisban en distintos sectores. Todo eso se diluye cuando se topa con el ocio desaforado, que no respeta nada y que no tiene en cuenta que no todo el mundo participa del mismo modo en los actos, que debe haber espacio para sensibilidades diferentes, incluso para las que decidan permanecer ajenas a la fiesta. Porque no hablamos de los cuatro días que quedan por delante, sino del mes anterior en el que ya se han cometido no pocas tropelías falleras.
Valencia siempre me ha parecido una ciudad bastante loca, y es algo que me atrae mucho de ella, ese punto que transmite de que aquí todo es posible, de que se hacen muchas cosas casi sin pensar, de que el más difícil todavía siempre se juega en estos lares. En ese sentido, las Fallas son unas fiestas más que apropiadas. Nada más loco que quemar en unas horas el trabajo de un año, que convertir en cenizas obras mayúsculas. Ese concepto le hace justicia a esta tierra. Todo lo que sucede alrededor, no. Es más, creo que desmerece a la ciudad y a las propias fiestas. Y que acabarán pagándolo.
Yo me voy. Dicen que si no puedes con el enemigo lo mejor es unirse a él. A mí me da bastante pereza, así que desaparezco después de haberme quejado un rato y ya está. Volveré con el ánimo renovado cuando todo se haya quemado. Una vez más.
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