Urgente Un afortunado gana 128.370,85 euros con la Bonoloto de este lunes en un municipio de 1.500 habitantes

Estamos de enhorabuena en el barrio, han abierto una tienda nueva y eso hay que celebrarlo. En otra época hubiese sonado como una reacción desproporcionada, ... hoy en día es lo mínimo que podemos hacerle a quien decide apostar por alojar un comercio en un bajo. El establecimiento en cuestión se dedica a las mascotas, que es algo que a mí no me atañe en absoluto. No creo que vaya a hacerle ningún uso, la verdad. Y aun así me alegro de su apertura.

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Conscientes de que son la excepción los inquilinos recién llegados, mientras estaban en obras, colocaron en el exterior un cartel anunciando que no eran un apartamento turístico. Se adelantaron para disipar los temores de los vecinos a que detrás de esa reforma se escondiese un espacio más para albergar turistas, como tantos otros que ya pueblan la ciudad, incluso en las zonas más alejadas del centro. Está ocurriendo por todos los rincones del país. Cuando menos lo esperas en lo que antes era una papelería o una frutería ahora se asoma un cajetín (de los que permite meter códigos para acceder) que revela cuál es el nuevo uso del emplazamiento.

Bares con terrazas y pisos turísticos son los ocupantes más habituales de los bajos de nuestras ciudades. El paisaje ha cambiado totalmente y lo raro ahora es encontrarse con una tienda de electrodomésticos, una ferretería o una copistería cerca de nuestra casa. Como mucho florecen otros tipos de comercios, como los trasteros o los guarda maletas, asociados también al turismo, lugares en los que es difícil coincidir con las personas que viven a nuestro alrededor, y preguntarles cómo les va, enterarse de sus novedades, hacer calle. No son sitios en los que refugiarse, en los que dejar unas llaves por lo que pudiera suceder o en los que tengamos la confianza de que van a guardar cualquier cosa sin problema.

La excepción ahora es que en los bajos se abran negocios que no sean bares o pisos turísticos

Son otros tiempos, otras prioridades, otras necesidades. Panoramas más desoladores. Las bolsas de plástico y el sonido de las cajas registradoras han sido sustituidos por maletas de ruedas que vienen y van, con visitantes que entran y salen de nuestros bajos, que apenas pasan unas horas en ellos y no les da demasiado tiempo a conocer esos barrios en los que antes hubo una librería, un zapatero o una casa de costuras.

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Este no es un alegato contra el turismo. No solo es eso. El hecho de que muchos locales acaben convertidos en pisos para hospedarse se debe a más motivos, como que muchas compras las hacemos últimamente a través de internet, arruinando los negocios que se empeñan en poner en valor el trato humano y las recomendaciones del cara a cara. Todos hemos contribuido a esta renovación de paisaje, reconozcámoslo.

Por eso estamos de enhorabuena en el barrio. Por eso hay que festejar para luego no lamentar. Celebrar las ciudades diversas en todos los aspectos.

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