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La diferencia asusta. Porque al diferente se le señala. Y hay que tener mucha seguridad en uno mismo y una enorme madurez para aguantarlo. Suele incomodar más durante la adolescencia, cuando la personalidad está todavía por desarrollar y la autoestima no se encuentra suficientemente acorazada. ... Según pasan los años esa diferencia hasta puede ser motivo de orgullo. Pero es necesario recorrer una travesía no siempre demasiado agradable.
La diferencia, en teoría, suma. Pero en la práctica incomoda. Es mucho más sencillo gestionar grupos homogéneos, sin voces discrepantes. Sobre todo en política. O al menos en cómo se entiende la política en nuestro país. Lo suyo sería que en los partidos se aplaudiese la diversidad de opiniones, la disparidad de actuaciones, la variedad de perfiles, porque se supone que con ello las formaciones saldrían fortalecidas. Pero no, este tipo de actitudes no suelen ser bienvenidas. Se observan con desgana e incluso con recelo.
Solo hay que ver el modo en que ha reaccionado el Partido Popular a la intervención en euskera de Borja Semper. El diputado vasco es diferente, de eso no hay duda, al menos dentro del PP, de donde ya salió hace unos años porque no había hueco para él, para su manera de articular discursos, para su predisposición a tender puentes. En esta nueva andadura -después de que Feijóo lo rescatase- hay quien piensa que tiene los días contados. Al menos en la primera línea.
En el pleno del Congreso en el que se debatía la reforma del reglamento para permitir el uso de las lenguas cooficiales Semper decidió hablar en euskera. Fueron apenas tres frases, suficientes como para que la oposición se enterase de que ningún idioma es propiedad de nadie, suficientes también como para que varios miembros de su partido se echasen las manos a la cabeza.
Contaban después las crónicas que a sus compañeros no les había gustado el gesto, por más que sus intenciones fuesen deslegitimar la medida que se iba a aprobar. Pretendía vestir con un relato su negativa a la norma, pero en sus filas preferían el no porque no. Es verdad que el propio Semper había asegurado un día antes que no iba a «hacer el canelo» y que usaría el castellano. Se puede ser diferente e incongruente, no es excluyente. Sea como sea esto no ha sido una excepción, al diputado se le observa como verso suelto, no rima con la mayoría.
Y cuando esto sucede hay dos opciones en política. La más habitual es marginar al diferente hasta que se da por aludido y abandona. La más radical es echarlo directamente. Lo vivimos hace unos días cuando el PSOE expulsó a Nicolás Redondo por sus críticas a la dirección. No hay posibilidad de debate en este partido con temas como la amnistía, por más que eso favorecería cualquier decisión final.
En nuestra política se premia más el aborregamiento que la disparidad. Y eso la empobrece.
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