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Me gusta la imagen que han dado Ribó y Catalá esta semana, la sensación de normalidad institucional que han transmitido, la representación de que otras maneras políticas son posibles. Acostumbrados como estamos a que la palabra crispación haya campado a sus anchas en cualquier conversación ... y escenario y a la obsesión de los representantes de cualquier partido -no se salva ninguno- por no buscar puntos de encuentro, la cordialidad que han trasladado el exalcalde de Valencia y la actual titular del cargo resulta excepcional.

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Catalá recibió el martes en su despacho a Ribó, un día antes de que este oficializase su salida del hemiciclo asistiendo a su último pleno. Se dejaron fotografiar juntos, evidenciaron buena sintonía. Aseguraron ambos que habían departido sobre temas relacionados con la ciudad y también han trascendido algunas cuestiones en las que se mostraron distantes -a propósito de la jornada provida organizada el lunes por Vox-, algo normal teniendo en cuenta que pertenecen a formaciones de ideologías bien diferentes.

Ayer Ribó renunció a su acta como regidor. Compañeros y miembro de otros partidos tuvieron buenas palabras para él. Catalá le regaló las actas de su nombramiento como alcalde (la de del 13 junio de 2015 y la del 15 de junio 2019) y un grabado de 1844 de Francisco Sainz. Soy consciente de que esto no va más allá de la parafernalia y de que su trascendencia es meramente testimonial, pero este tipo de traspasos, bienvenidas y despedidas (que no siempre se han conseguido efectuar en este clima) son relevantes, porque envían un mensaje a la ciudadanía de que es posible convivir en la diferencia, de que esta nos convierte en una sociedad más sabia, más fuerte. Estamos muy necesitados de mensajes como este. Se nos están llenando las cortes y la presidencias de gobiernos de mamporreros y altaneras que viven mejor en el conflicto que en el acuerdo.

El encuentro entre el exalcalde y la actual titular del cargo ofrece una imagen inusual en nuestra política

Entre las frases pronunciadas por Catalá ayer me quedo con dos. «Quiero que mi intervención sea un oasis de política», dijo para comenzar. Ojalá estas demostraciones de armonía no solo se produjesen en oasis, paréntesis o salvedades y se incorporasen a la actividad diaria. Otra frase: «Cuidaré de la ciudad como he cuidado de la olivera que me regalaste». Esa olivera tiene un reportaje, que alguien pregunte por ella en un par de años para ver cómo está y la compare con el estado de Valencia entonces.

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Ribó deja, indudablemente, una ciudad muy diferente a la que encontró, pensada sobre todo en hacer la vida más sencilla a peatones y ciclistas, con una completa red de carriles bici y varias plazas del centro completamente peatonalizadas. Este modelo convenció a unos y no tanto a otros (por ello se fue a la oposición). Pero eso ya es pasado. Ahora hay otro equipo al frente del Ayuntamiento, cuyo modelo está todavía por dibujar.

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