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No me siento discriminado por ser hombre. Esto no me hace ni mejor ni peor que el resto, simplemente que no me veo representado en ese alto porcentaje que, según una encuesta sobre la percepción de la igualdad publicada por el CIS, se considera damnificado ... por lo «demasiado lejos» que han llegado las políticas para asegurar tratos y oportunidades similares sin importar el género o la condición sexual.
No coincido en la impresión. Mi relación y mi comportamiento con las mujeres no ha variado en los últimos años. Sí que, por supuesto, he percibido un mayor debate en torno a cuestiones sobre las diferencias entre unos y otras, que me ha servido en todo caso para reflexionar sobre privilegios de los que he gozado sin ser consciente y para tomar conciencia de desagravios que existen a mi alrededor. En ningún caso me he visto amenazado.
Eso no quiere decir que comulgue con todo el trabajo realizado por el Ministerio de Igualdad, como tampoco con los de Trabajo, Economía y Cultura, sin que por ello piense que haya perdido derechos por sus decisiones.
De la encuesta en cuestión se ha hablado mucho esta semana, tanto como de las políticas a las que esta hacía referencia. Y en los mismos términos, con cierta demagogia y sin profundizar demasiado en lo que se ha indagado.
Porque un vistazo a la investigación del CIS (está colgada en su página web) permite comprobar todas las preguntas que debieron responder los interrogados y las incongruencias que deparan varias observaciones. Tomemos la siguiente como ejemplo: «¿cree usted que actualmente la situación de las mujeres en España es mejor, igual o peor que la de los hombres en los siguientes aspectos? En los salarios un 3,5% opina que son mejores, un 33,3% que son iguales, y un 61,1% que son peores. Sobre las posibilidades de ascenso un 6,7% cree que son mejores, un 32,3 que iguales, y un 58,9% que peores. Los datos son similares si se habla del acceso a puestos de responsabilidad en las empresas o de las posibilidades de compaginar la vida laboral y familiar.
Hay otras conclusiones entre los preguntados que resultan clarividentes, como que las mujeres siguen dedicando más tiempo a tareas como limpiar, cocinar o hacer la compra y, sobre todo, al cuidado de los hijos.
Y, ¿cómo puede ser que tras estas respuestas, haya tantos hombres que se sienten discriminados? Posiblemente sea una amenaza no justificada, basada en la gresca política, que a menudo se dedica más a lanzar acusaciones sin fundamento que a realizar una labor didáctica sobre lo que se vota o no en el Congreso. Y ese ruido, ese temor, esa sensación de peligro, cala en parte de la sociedad, aunque luego le cueste justificar esa percepción, defenderla con datos y situaciones concretas, trasladarla a la realidad. Eso también lo refleja esta encuesta, aunque a eso se le haya dedicado menor atención.
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