Un grupo de adolescentes universitarios me confirmaban el otro día algo que ya sabía, que apenas se informan por medios de comunicación convencionales. Y por los que no son convencionales, tampoco. Lo hacen principalmente a través de las series y películas que ven, por difícil ... de creer que resulte. ¡Pero, si eso es ficción!, les dije. También lo que cuentan muchos periódicos, radios y teles, me contestaron. No se lo rebatí, porque no me iba a llevar a ninguna parte.
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Los políticos temen más a las obras de ficción que a las documentales, de ahí que en España sea tan difícil sacar adelante series sobre algunos asuntos, que sí se han tratado en otros formatos. Son conscientes del poder que tienen algunos títulos a la hora de influir en el público que los ve. Por eso, por poner algún ejemplo, algunos partidos protestaban cuando en 'Cuéntame' narraban diferentes acontecimientos históricos, porque sabían que lo que les ocurría a Merche o Antonio interesaba más que lo que pudiese contar un Telediario.
Lo que algunos jóvenes -y también otros de mayor edad- opinan de la Guerra Civil, de las reivindicaciones de determinados colectivos o de los problemas a los que se enfrenta la sociedad estadounidense se debe a lo que han visto en una serie o en una película. Y son capaces de reivindicarlo sin pestañear.
Esto explica la inquina de determinados sectores hacia lo que ellos llaman «cine español», como si todo el mundo que trabaja en esa industria actuase o pensase del mismo modo. Preocupa lo que pueda expresar una actriz o un director en una declaración o en una entrevista, pero sobre todo lo que pueda plasmar en la pantalla, que es lo que mayor calado tiene entre la audiencia.
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Este miércoles pasado murió Marisa Paredes, excelente actriz con un sinfín de producciones excelentes a sus espaldas y momentos icónicos entre sus interpretaciones que forman parte del imaginario colectivo. Pese a sus innumerables virtudes hubo quien intentó desacreditarla por sus posicionamientos políticos. Como si la ideología de uno repercutiese en sus capacidades o como si no coincidir en lo primero impidiese reconocer lo segundo.
Ayer se conocieron las candidaturas para los próximos Goya, que seguramente estarán envueltos en polémica si algún premiado se pronuncia sobre temas que se salgan de lo estrictamente cinematográfico. Tampoco faltarán los que busquen pegas a las películas favoritas por sus argumentos. Entre las que acaparan mayor número de nominaciones se cuelan una cinta sobre ETA, otra sobre movimientos vecinales y otra sobre la muerte digna. Levantarán suspicacias, no me cabe duda.
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La ficción no deja indiferente a nadie. Por eso es tan necesario educar para su consumo, para saber interpretarla, para comprenderla mejor, para tolerarla. Pero, sobre todo, para no temerla.
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