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Lo pasé mal durante los últimos minutos del capítulo final de 'Succession', la estupenda producción que ha echado el cierre esta semana en HBO, tras cuatro temporadas. Lo pasé mal no porque acabase sino porque me surgía el temor de que en los minutos de ... descuento la serie se excediese, de que a algún guionista se le hubiese ido la mano con otro giro inesperado, con un desenlace de impacto, con un acontecimiento más dramático. Ahí estaba yo, sentado en el sofá de mi casa, pidiéndole a Jesse Armstrong que no lo hiciese. «Déjalo aquí, déjalo aquí», le decía. Y me hizo caso. Lo dejó exactamente donde había que dejarlo. No necesitábamos ningún fuego artificial más.

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Hemos leído después que Jeremy Strong, el actor que interpreta a Kendall Roy, tuvo un arrebato durante el rodaje de esa secuencia final e improvisó algo que no estaba en el guion pero que era factible que el personaje hiciese. Es posible que algo así vaya a suceder en un futuro, pero no necesitábamos verlo. Armstrong pensó como nosotros. No había necesidad de que el espectador viese nada más. Mejor dejarlo a su imaginación. En ese sentido me recordó al modo en que terminó 'Los Soprano', aunque sin fundido a negro, sin corte brusco. Aquí nos fuimos alejando del protagonista. Y de Manhattan. Y de las tristes vidas de los hermanos Roy, incapaces de disfrutar de nada de lo que tienen, de la fortuna heredada. Había muchas interpretaciones ante ese mar inmenso, ante la estatua de la libertad perdida, ante la isla Ellis remota. Qué complicado es dejar las historias a tiempo y sobre todo tenerlo todo tan claro, haber pensado tan bien hasta dónde debía llegar el relato. Mereció la pena llegar hasta el final de esta serie.

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