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Pero, ¿cuándo vamos a empezar a hablar de política? ¿Cuándo comenzarán aquellos que salieron elegidos en las urnas el pasado 23 de julio a cumplir con su obligación, es decir, a preocuparse y ocuparse de los problemas que siguen existiendo en este país? ¿En qué ... momento se darán cuenta de que ocupan un lugar en el Congreso de los Diputados gracias a nuestro voto y que deben dedicarse ya a legislar para mejorar nuestras vidas?
Llevamos semanas escuchando a hablar de amnistía. Unos buscando excusas para aprobarla y otros invadiendo la conversación social con sus críticas. El Gobierno parece más ocupado en cerrar citas aquí, en Ginebra o donde sea necesario para asegurarse la gobernanza que en plantear arreglos y ajustes que precisamos de forma urgente. La oposición, por su parte, busca la manera de desestabilizar a Sánchez y ya ha advertido de que va a usar las instituciones en las que tiene mayoría para torpedear su gestión. Pero nadie habla de propuestas, de necesidades, de medidas concretas.
Está pasando incluso en las comunidades autónomas, donde se pasa más tiempo debatiendo sobre asuntos nacionales que sobre los propios de esos territorios. Cuando comparecen Díaz Ayuso o García-Page lo hacen para opinar sobre Cataluña o Bruselas en lugar de para hablar de la sanidad, la educación o los transportes en Madrid y Castilla La Mancha.
Telefónica acaba de anunciar un ERE para más de 5.000 trabajadores. El efecto contagio asusta. Y más cuando asistimos a un repunte de los despidos colectivos. El precio de la vivienda no deja de subir y esto castiga a una parte importante de la población, sin un lugar digno en el que guarecerse. La sequía extrema se ceba en varias zonas del estado, lo que va a provocar que quienes residen en ellas sufran restricciones. No son pocos los temas sobre los que hay que legislar, en los que ponerse de acuerdo en un Congreso más fragmentado que nunca. Toca trabajar.
Pero los partidos no están en eso. O no lo parece. El año termina y a lo único a lo que se han dedicado en los últimos meses es a resolver sus problemas internos. Ahí está el caso de Podemos, que ha anunciado esta semana lo que ya venía cacareando hace meses, que se aparta de Sumar, que se refugia en el grupo mixto para buscar su dosis de protagonismo. No lo hacen porque se haya aprobado una ley con la que están en desacuerdo o porque se haya echado atrás una medida por la que ellos apostaban. Es una cuestión de cuotas, de nombres, de personas. No ha habido tiempo de negociar nada más. Es triste.
El resto de formaciones también andan haciendo números. El PNV con la vista puesta en las elecciones vascas. Junts y ERC valorando los próximos comicios catalanes. Y Vox presionando para resultar una fuerza determinante. ¿Determinante para qué? Nadie lo sabe.
Y a lo importante nadie está.
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