Uno de los titulares que leí en la web del periódico ayer por la noche decía: «Valencia, Málaga y Tarragona aprenden y se blindan ante la segunda Dana». Y pensé que era tristemente real. Las administraciones habían tomado nota de lo sucedido hace quince días ... y decretaban las precauciones suficientes para proteger a los ciudadanos ante la amenaza de las nuevas precipitaciones. Esta vez sí. Esta vez consideraban suficientemente serios los avisos de AEMET y obraban en consecuencia.

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Ante la alerta roja en la provincia de Valencia no tardaron en llegar los avisos por parte del Ayuntamiento y de la Generalitat, restringiendo la movilidad, cerrando colegios, parques y centros sociales y desaconsejando cualquier actividad que pudiese entrañar un mínimo riesgo. Para llegar a toda la población se utilizaron el mayor número de herramientas, desde las redes sociales hasta las alertas al móvil. Esta vez enviadas con suficiente antelación para que pudiesen cumplir con su objetivo. Esta vez sí eran responsables y consecuentes con los cargos que ostentan.

Hasta el propio Mazón usó sus cuentas de instagram, facebook o X para informar de las medidas que ante una posible emergencia se habían determinado con el fin de garantizar la seguridad de los valencianos. Esta vez sí. Sin medias tintas, sin titubeos. Como se le exige que actúe al presidente de una comunidad autónoma.

La Generalitat contaba con los mismos datos ayer que hace dos semanas. La diferencia era el precedente

Estas reacciones, estos movimientos, estas resoluciones nos colocan frente al espejo de lo que no se hizo aquel fatídico 29 de octubre, en el que AEMET había realizado un pronóstico similar con el mapa de la Comunitat teñido de rojo. Pero entonces la respuesta fue comedida. La Generalitat dejó que cada cual -municipios, universidades, empresas- decidiese por su cuenta y ella renunció a marcar un protocolo común, suficientemente rotundo como para asegurarse de que las consecuencias fuesen lo menos catastróficas posibles y que los únicos daños fuesen materiales.

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Los mapas eran los mismos que los de ayer. Las advertencias, idénticas. Las recomendaciones, iguales. Ayer se elevaron todas las alarmas y se transmitió un mensaje claro y preciso a la ciudadanía. Hace dos semanas no. No se hizo nada. Como mucho, se constituyó un gabinete de seguimiento que hemos comprobado que resultó muy deficiente.

La Generalitat contaba con la misma información ayer que hace dos semanas. Lo que diferenciaba un modo de proceder y otro era únicamente el lamentable antecedente, las terribles consecuencias de las tormentas anteriores. En este tipo de catástrofes no se pueden predecir los efectos pero sí se deben extremar las precauciones para que todo el mundo esté a salvo por si la fuerza del agua desborda barrancos y ríos, destroza puentes o inunda garajes. Había que haber tomado decisiones previas. No se hizo. La lección se ha aprendido demasiado tarde.

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