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Beneyto

Tenemos una deuda de reconocimiento con su figura

MIQUEL NADAL

Jueves, 30 de enero 2025, 23:47

No cometeré el error de considerar que debe existir coherencia entre la biografía personal, y la calidad literaria de los escritores. Ha habido excelsos escritores, ... ahí está el ejemplo de Louis-Ferdinand Céline por ejemplo, con una acreditada miseria moral, y en el mismo sentido, bondadosas personas, sin ningún interés para la historia de la literatura. Pero también es verdad que a veces la calidad literaria se refleja en la luz y la bondad que desprendieron determinadas personas. Por razones profesionales he estado consultando la edición de la poesía completa de María Beneyto que hizo ya hace tiempo Rosa María Rodríguez Magda para el Ayuntamiento de Valencia, y en su interior, siguiendo la biografía, y mirando detenidamente las fotografías, hay algunas de ellas de una belleza luminosa, de una modernidad sorprendente. María Beneyto, en otro lugar y otro tiempo hubiera sido una figura que no hubiera necesitado que se reclamara el reconocimiento. Hay advertencias en ese sentido de Josep Ballester, de Jesús Civera, y si en algo vale mi testimonio, hasta de mí mismo. Hay fotografías que parecen tomadas en un boulevard de Paris. Comparto con Vicent Baydal mi fascinación por esa imagen en la Asociación de la Prensa de María Beneyto con Mara Calabuig y María Ángeles Arazo. Tenemos una deuda de reconocimiento con la figura de María Beneyto, que hay que saldar con la lectura, restituyendo a su figura el auténtico valor, recuperado, auténtico y contemporáneo. Hasta su biografía reclamaría mucho más conocimiento que una distinción en el callejero, o en el nombre de algún centro educativo. Las «tres o cuatro muchachas que viven en mi edad», y que tan bien se ajustaban a esa criatura múltiple que fue María Beneyto. Y da rabia que ser escritor entre nosotros se convierta en una carrera de obstáculos, cuajada de las dificultades de todos los fuegos, amigos y enemigos que insisten en amoldar al escritor o a la escritora, a una etiqueta, que acaba por no definir nada. Estoy convencido que en otra ciudad y en otro tiempo no habría hecho falta que recordáramos su valía, teniendo que acreditar su valor esencial para la literatura valenciana. Y sin embargo, la dureza de su vida personal no se refleja en ese rostro luminoso que aparece en las fotografías, tan lleno de vida. Hay alguno de sus versos que confirman esa coherencia: «Al dejar que la ira se te instale en los adentros, algo en ti se ha muerto». No hubo ira, y por tanto hay que volver a celebrar sin sordina, y en toda su extensión su vida y su obra.

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