Me preocupa tanto lo de Francia, y la alianza islamo-gauchista, que ya soy incapaz de encontrar un análisis equilibrado y sensato, y debo escaparme ... con la ironía. Lo de allí llegará aquí. Por eso, cada año o así, hay que perpetrar una columna que roce el delirio. Como yo llamo a mis utopías regresivas, tan incorrectas. Se realizan tantos proyectos sobre la integración, y sin embargo lo que el personal detesta es la convivencia en común, y lo que aspira es a segregarse, con sus reglas y su vestimenta, imponiendo adjetivos e identidades a barrios y territorios. Esta es la razón de mi delirio, que además podría solucionar la problemática de ciertas comarcas despobladas. Ofrezco la idea a empresas de estas que se dedican a la estafa de la experiencia. Sería algo así como un coliving, un modelo residencial comunitario, que dividiera nuestro territorio por preferencias, etapas históricas, o para descansar de tu actual identidad. Territorio I: agotados digitales, conformistas, fóbicos al progreso, para vivir como en el siglo XIX. Territorio II: con las reglas de la mitad del siglo XX. Territorio III: nativos digitales, victimistas, el territorio de las series. Me ofrezco a redactar las reglas del territorio I, en el que te podrías mudar un trimestre para ser francés, o para vivir una regresión al pasado rememorando otras etapas de la historia. El que saliva por la guerra civil y cuando se toma dos gin-tonics te canta el Oriamendi o el Cara al Sol, podría adquirir un paquete histórico, con sus batallas, fusilamientos con salvas de fogueo, falsa quema de archivos o conventos, y tirarse un campamento con desfiles marciales, izando o arriando banderas, para llegar relajado a la vida de cada día exento de fervores. En mi coliving de territorio I solo habría internet de locutorio. dos cadenas de televisión emitiendo La Clave, las entrevistas del'A Fondo de Joaquín Soler Serrano. Episodios de Bonanza, Colombo o El Virginiano. Caligrafía obligatoria y enseñanza de enciclopedia Espasa. Estaría severamente castigada la posesión de mascotas, hablar a los perros, la firma electrónica y las ensaladillas rusas de autor. El comercio, y las profesiones, serían del estilo, y con los rótulos, de lo que aparecía en los libros infantiles: carnicería, pescadería, librería, cafetería, médicos, bomberos o policías. No habría serie posterior a Yo Claudio, ni posibilidad humana de abrir gastrobares. Las armas del escudo serían dos matamoscas convencionales en aspa. Estaría prohibida la queja, el victimismo, el reguetón, y seria causa de expulsión pronunciar frases como «experiencia inspiradora» y el uso de la expresión «retos y desafíos».
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