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Ejemplos de incoherencia

Sobre Valencia siempre me asaltan las mismas insistencias

Jueves, 18 de abril 2024, 23:58

Escribía Georges Pérec en 'Lugares', que el núcleo de ese libro era «mantener intactos los mismos recuerdos, repetirlos cada año, evocar los mismos rostros, los ... mismos pequeños acontecimientos». Todos reunidos en una «memoria soberana y demente». Sobre Valencia siempre me asaltan las mismas insistencias, aunque se concreten en la repetición. Una ciudad sin aristas, sin incoherencias, sería asfixiante. Solo esas ciudades fruto del totalitarismo y una mentalidad megalómana tienen esa coherencia terrible, que raya el terror. Pero en el caso de esta ciudad, al margen de la ligereza del nomenclátor, no deben existir otras ciudades con tantas incoherencias en la conmemoración del espacio público. Poner aquella estatua de Vinatea en la plaza del Ayuntamiento. Constantí Llombart sin esa calle en Valencia que sí tiene en Alzira o Massanassa, pero con esa escultura que vegeta entre robos, en los Jardines de Viveros. La plaza de Tetuán, que ya es barra el nombre, con la escultura de Sant Vicent. La de Manises con la silueta de Pizarro. La plaza de Cánovas con el grupo escultórico del Marqués de Campo, mientras la estatua de Teodor Llorente de la Gran Vía Marqués del Turia reclama otro espacio. Puede que la plaza del poeta Llorente, que acoge, sin embargo, la escultura del pintor Ribera. La plaza de los Pinazo, que debiera ser la del Portal dels Jueus. ¿Por qué no haber conservado la denominación de la Ronda de la Muralla para la vía interior, recordando el Portal de Russafa, el de la Mar, el de Sant Vicent, Quart, Serrans, Sant Josep? ¿Qué sentido tuvo reservar el nombre de Avenida para una calle de apenas unas fincas como la de Suecia? ¿Por qué no haber protegido el Sant Vicent «de fora» y Sant Vicent «de dins», para ese vial kilométrico que recibe el nombre de calle? O esa maravilla, esa reliquia, que suponía para mí el Quart-Extramurs. Cada cierto tiempo repito y vuelvo a fracasar con estas cosas. ¿A quien le interesa conocer que la calle del Conde de Salvatierra recibió ese nombre a cambio de mutilar la denominación de la original calle Ciscar? Cambian las corporaciones, de un lado a otro del tablero, y el nombre de Max Aub continúa arrinconado en un callejón sin portales de Benimaclet. Sigue la calle del general Elío, torturador y fusilador de liberales valencianos como Joaquín Vidal Beltrán de Lis, y la del camarada Felipe Ximénez de Sandoval, jefe del Servicio Exterior de Falange, y el autor de aquella biografía apasionada de José Antonio. Pero le quitaron la calle, solo por ser de Falange al escritor valenciano Samuel Ros Pardo, cuya biografía merecería muchísima atención, y ya no será posible. Comenzó a colaborar en este periódico. Su primera novela, 'Las Sendas', de 1924, tuvo prólogo de Vicente Calvo Acacio y desde El Pueblo, Artur Perucho, saludaba con esperanza esa promesa literaria. Nada lo recordará por culpa de un carnet.

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