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Apenas lo conocí, como tampoco a mi abuela. Tengo unas pocas fotos, y la muerte de mi padre me impide tener esa conversación que nunca ... tuvimos. Sobre las peripecias de mi abuelo paterno, Miguel Nadal Luján, nacido en Buñol, pero crecido en la huerta se podría escribir una novelita, a caballo de la ficción y el documento. La biografía estaba repleta de secretos, mentiras, y medias verdades. Que si fue secretario de la Juventud Revolucionaria Republicana Autonomista En Corts, que si luego se hizo de Izquierda Republicana. Que si llegó a ser guardia urbano. Hoy hubiera sido una familia desestructurada. No se saldaron nunca las incógnitas, ni las razones que generaron aquel desastre, cuajado de silencios. Pero sucede que a uno le tienen que nombrar algo, para ir despejando dudas, atendidas por la profesionalidad de personas como Margarita Ortega y Francesc Torres. El 23 de febrero de 1951, el susodicho, Miguel Nadal Luján, mi abuelo, se dirigía al Director de la Prisión Celular de Valencia, solicitando gracia que espera merecer «de V. cuya vida guarde muchos años», para que «le sean extendidos dos certificados que acrediten haber cumplidos dos arrestos gubernativos con fecha Noviembre de 1939 y Febrero de 1943 cuyos documentos los exige la Jefatura de Policía como una de las pruebas necesarias para la cancelación de la nota que obra en los archivos de la misma y que precisa desaparezcan para poder solicitar la revisión de expediente como funcionario que fue del Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad». Veo las imágenes, la letra de mi abuelo, sus huellas dactilares. El relato burocrático: «Ingresa en esta Prisión procedente del Gobierno Civil y entregado por la Fuerza Pública». Me imagino que en noviembre de 1939 entraría por una cosa, y en 1943 por otra. Me da por elucubrar, y al final lo lograré, si fue por un asunto heroico, por algo relacionado con el estraperlo, un arresto gubernativo relacionado con la política, o un asunto de novela negra. Siempre se comentaba que cada vez que venía Franco, se daban esa especie de arrestos preventivos. Ya lo averiguaré. En la documentación se menciona el domicilio exacto de la Carrera de San Luís, y la referencia exacta: «1 hijo V (mi padre), y 2 H (mis tías)». Los archivos están repletos de detalles, arcilla con la que rellenar el alambre de la biografía de las personas. En el primer ingreso mi padre tenía 7 años, y en el segundo 11. Nunca lo supimos, ni siquiera del intento de revisión de la depuración. La vida hace que el nieto de aquel hombre, que aquí ingresó, tiene en este mismo espacio que es ahora una Biblioteca su despacho.

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