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La muerte

Hasta parece que no se quiera que sea triste, cuando sí lo es

Viernes, 6 de septiembre 2024, 00:05

Falté a una columna, porque no estaba en condiciones de hacerla, aunque estoy seguro de que nadie repararía en su ausencia. De repente, y en ... el mes de agosto, vino la muerte, cuando menos se la esperaba. No hubiera querido volver al Tanatorio Municipal para escuchar todo eso de que ya se sabe que es ley de vida, y todas esas frases con que disimulamos ese suceso que, no por sabido, no deja de ser un drama. La presencia de los amigos mitigó el dolor. Y sin embargo todo converge en la necesidad de disimularlo y empaquetar toda una vida, millones de imágenes, en unas cuantas frases de circunstancias, material de sobre de azúcar sobre la memoria y el olvido. De la experiencia funesta de la muerte de una madre, y en el mes de agosto, hay muchas cosas que nunca olvidaré. De entre todas el momento en que te lo comunican, y ese triste viaje desde Alicante a casa, y esa impagable conversación con Rafa Lahuerta, que tanto bien me hizo, desgranando el contenido de la revista monográfica del establecimiento: 'Adiós cultural'. La recomiendo fervientemente. Publicidad de funerarias, hornos crematorios, despachos de abogados y compañías de seguros. Editoriales sobre la esperanza de vida. La resurrección digital y la Inteligencia Artificial. El suicidio en las personas mayores. Volver a amar tras el duelo. Arqueología funeraria. Qué hacer en vacaciones ante el fallecimiento de un familiar en el extranjero. El premio ganador del certamen Tanatocuentos. Historias de fantasmas y de la tumba de Boabdil. Muertos en el arte. Premios al mejor corto sobre el duelo. Recreación del impacto de los ataúdes y la sostenibilidad. Poemas mortuorios y libros infantiles sobre la muerte. Falta saber si en todo ese proceso, hasta podremos encontrarnos con las mascotas en la vida eterna. Hay gente que elucubra sobre eso. Eché en falta que sonara el toque a muerte de las campanas en la iglesia de María Auxiliadora. Me perdonarán, pero sigo siendo del dolor antiguo, del que no se disimula, sino por el contrario se exhibe. El que se detiene a reflexionar sobre el proceso. Ese que, como decía el verso de Estellés, se transforma en una «amarga enyorança per a tota la vida». Cuántos versos no escribiría Estellés sobre esa muerte que ahora se ha vuelto 'couché', limpia, con brillo de metacrilato, y hasta parece que no se quiera que sea triste, cuando sí lo es. Todo conduce a que el dolor se transforme en un ritual amable, desposeído del llanto, como si fuera un proceso industrial, de transición. Un catálogo de gestiones a realizar, y hasta la liturgia se presenta como un catálogo de frases convencionales, que ningún consuelo procuran.

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