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Me gusta la expresión en francés. Por el hecho de ser judía, en tanto que judío. Lo que pasó no le pasó a una persona ... con nombre y apellidos y una biografía, y puede que sea un dechado de bondad, o un saco de estiércol. Su condición se convierte en etiqueta, la estrella de David que señala y ahorra el juicio, y legitima el odio y la discriminación. Estudié en la Facultad de Derecho, junto a la Facultad de Geografía e Historia, aquellos dos bellísimos edificios de Fernando Moreno Barberá, que siempre me parecieron un ejemplo de arquitectura. También allí conocí el juego de las pancartas, y tener que disimular pegatinas y adhesivos. No se me olvidará nunca los que lucían la camisa azul y cantaban el Cara al Sol el 20 de noviembre. Ahora resulta que aquella Facultad, ahora de Filosofía, está ocupada e inmersa en unas protestas por la situación en Gaza, exigiendo a la universidad, entre otras cosas, interrumpir relaciones universitarias con las homólogas hebreas. Veo estudiantes con banderas de Palestina, cuya orientación sexual les impediría vivir en países de clérigos barbudos. Por supuesto ni una palabra, ni una mirada a lo que sucede en Arabia Saudí, o en Qatar, o en Irak o Sudán. En esa orilla del Mediterráneo solo se puede ser gay, lesbiana, ateo o cristiano en Israel. Me asombra que sea la izquierda, en lugar de hacer de izquierda, la que patrocine esa política identitaria, de simpatía por la clerecía medieval para racializar al judío y nominarlo como candidato a ser víctima. Piense lo que piense es culpable. El mito repulsivo del judío del siglo XIX, la solución final de III Reich, la conspiración judeo-masónica del franquismo, ahora es la judeofobia izquierdista, la ceguera del islamoizquierdismo. André Taguieff ya nos enseñó que la fórmula ha cambiado. El mismo diablo se ha globalizado. No cambia la víctima. Yo llevaría la cosa hasta sus últimas consecuencias. No solo que no haya relaciones con Universidades hebreas, sino que lo que tocaría ahora es que suban a las bibliotecas de todos los departamentos, a requisar toda la producción literaria y filosófica hecha por judíos, y hacer una buena pira de libros, empezando por Spinoza, siguiendo por Edmund Husserl, Benjamin y Horkheimer, y de paso Hanna Arendt o Jean Améry, que encima tuvo la osadía de sobrevivir a su paso por Auschwitz. Y a leer sermones de los ayatolás, ejemplo de serenidad y apoyo a la diversidad. La protesta se celebra enfrente del Colegio Mayor Luis Vives. La familia judía Vives. Luis se marchó con 17 años, en 1509, gracias a su padre, para protegerlo. Nunca volvió. Su padre fue condenado y quemado en 1524, y su madre, fallecida en 1508, desenterrada para ser quemada. ¡Qué escándalo! Que le quiten el nombre y desaparezca la estatua de la calle de la Nave. Por judío.
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