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Las impresiones no están armadas, y sin embargo, resulta posible exhibir una composición de retales, para que sean un bosquejo del total de la tragedia. ... Ciertos paisajes no volverán, y se convertirán en un vestigio de mi memoria adolescente. Cuando acompañaba a mi padre, fueron cientos de viajes a ese territorio, que era mi espacio, acompañado de la banda sonora de las canciones dedicadas de Al ritmo del trabajo, o de Discomóder de Enrique Ginés. Hará ya demasiado tiempo, publiqué una novela, 'Càndid', que era un viaje sobre la ciudad que no era ciudad, y la ciudad que no era huerta. Las insistencias y obsesiones del que escribe. Ahora estaba enfrascado en otra sobre esa tierra de nadie, comercial, colonizada por el coche, que se apoderaba de Castellar, el Oliveral, el Forn d'Alcedo, Alfafar, Sedaví. Cada vez que pasaba por la pista de Silla, mi mirada -y mi nostalgia- se centraba en el milagro de la pervivencia de la huerta. Cuando aparecen los daños, y las montañas de vehículos, y el barro en los polígonos, pienso, y no quiero comprobarlo, en la cebera de Bonafont en Castellar, y que esa pérdida también se ha cebado con el Sur. Siempre hay un Sur que acoge la desgracia. Esa cebera en los días de Pascua, que pudo acoger un beso adolescente.
El semáforo. Muy temprano, y es de las cosas que sorprenden, mirando las calles, es que conviven en el mismo carril el vehículo de emergencias exhibiendo su sirena, el transporte escolar, la línea de autobús y el patinete, el repartidor de comida. En un mismo semáforo se pueden juntar un grupo adolescente que se va a tomar algo, un voluntario con una pala en un semáforo, y el saltimbanqui pidiendo unas monedas. Suena la sirena que recuerda la catástrofe, y suena el silencio de la ciudad que asume la tragedia, o que la vive próxima o lejana según su conocimiento de la zona.
La Guía Bayarri. Veo en una Guía Bayarri de 1957 que la Confederación Hidrográfica del Júcar tenía su sede en la Plaza de Tetuán 18, teléfono 15190, en el edificio contiguo al que ahora es el del Colegio de Abogados. Desde el balcón se debió seguir el desbordamiento y el curso del agua reclamando la rambla de Predicadors. El relato en el Almanaque de LAS PROVINCIAS sobre cómo se tuvo el conocimiento de la crecida, y de sus consecuencias, es aterrador. Cuesta pensar cómo se vivió la falta de noticias, la ausencia de medios, durante tanto tiempo. Pero las comparaciones no sirven de nada.
La sabiduría. Lo decía Puche aquí mismo: «Para cólera y furia, para desbordamientos, basta con los del agua».
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