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Llega un tiempo en el que el mejor regalo por un cumpleaños es el que se hace uno mismo. Es el caballo ganador de los ... regalos. Por eso me estoy leyendo la monumental biografía de Josep Pla, 'Un cor furtiu', de Xavier Pla. Un tremendo libraco de 1.536 páginas en papel biblia, con el que estoy disfrutando como un gorrino. Estas son las cosas admirables -todavía- de Cataluña. La 2ª edición es de 12.000 ejemplares. En lo que llevo leído, el autor no ha cometido el pecado de convertir la biografía en una hagiografía. Están todos los meandros, las curvas, los rincones y saltos excesivos. Es la vida de Josep Pla, y como decía Montaigne, en frase que tanto citó Josep Pla, «la vie est ondoyante». La biografía no es autopsia forense. Se puede ser claro, sin necesidad de mostrar vísceras. Ni es un alegato de un fiscal, ni un discurso interesado de abogado defensor. Ondula muy bien, de momento, entre las contradicciones, las luces y las sombras, la luz, los adjetivos tan resplandecientes de Pla, pero también con la oscuridad, tan incomprensible a veces. Pero la vida, en sus ondulaciones, lo explica todo, y asume todas nuestras contradicciones. Conocer ciertos detalles, el Mas de Llofriu, la huella crucial de la familia, la obsesión por el oficio de escritor, enriquecen nuestra mirada, obligan a una relectura mucho más atenta de Pla, y confirman la intuición que nos hizo ser adictos a su escritura. El autor, gracias a la Fundación, ha podido tener acceso a una documentación colosal, la que conservó Pla acumulando todo tipo de material, cartas, postales, facturas, galeradas, originales, inéditos, como un inmenso material con todos los sedimentos que construyen una vida. Como siempre, me da por pensar -y comparar- en nuestro caso, con la tentación a la que hemos sucumbido por convertir a nuestros autores en material de etiqueta invariable, con una vida sin contradicciones, ni ideológicas, ni de amores, ni de otro tipo. La riqueza de esta biografía de Josep Pla radica en la exposición de la vida, sin necesidad de chafardear, pero tampoco sin mirar a otra parte cuando no nos conviene. Las biografías, si es que existen, de nuestros autores, de Fuster, Estellés, Vicent Ventura, Max Aub, Juan Gil-Albert, Josep Espasa, y tantos otros, insisten en una corrección incomprensible, una coherencia invariable, en la inalterada fidelidad a las mismas ideas, sin exponer nada de las ondulaciones que tanto explicarían la propia literatura y la vida. Mossèn Espasa no solo fue el teólogo de la modernidad del final de su vida. Antes fue, durante mucho tiempo, capellán castrense y asesor espiritual del SEU y de la Falange. Se pueden contar sin necesidad de ajustar cuentas. Algún día escribiré de esto. Lo que no puede ser es que las biografías sean hagiografías de colorines, vidas de santos y personas ejemplares.
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