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El silencio como adjetivo

Es el momento de la serenidad, sin hipérboles. Pero es la misma batalla del fango

Viernes, 8 de noviembre 2024, 00:21

Lo que ha pasado, el suceso, en todas sus dimensiones y efectos ha venido para quedarse, y ser personaje protagonista de nuestra historia. Cuesta escribir, ... y cuesta todavía más encontrar adjetivos. El mejor adjetivo, el más preciso, sería el silencio. Un silencio oscuro que solo dejara pasar el abrazo generoso y la cercanía. Tendremos que reflexionar mucho, aunque vivimos en una etapa de la historia en que no se consiente la serenidad ni la demora, y ahora no hay otra urgencia que la vida, y volver a dirigir la mirada del futuro hacia ese barranco seco que ahora es la causa del dolor y la tristeza. Cada cual elige cómo reacciona ante la realidad. La historia, los precedentes, una frase memorable, una garrafa de agua de diez litros. Pero ni la memoria, ni la historia, ni los precedentes, ni los vestigios del agua remueven los obstáculos, ni baldean las calles, ni siquiera nos protegen ante las bacterias. Esto no es una explicación de nada, pero cuando leíamos sobre la geografía y la historia, sabemos que lo que somo es el fruto de una llanura aluvial, conformado después de miles de años con unos aportes que han generado este territorio, y una dinámica hídrica que siempre ha sido la misma. Lo que fue antes, y nos contó Cavanilles, y luego Almela y Vives, y después Pérez Puche, y Josep Vicent Boira, y tantos otros, incluso uno mismo, vuelve a pasar. Es la imagen del cuadro de Antonio Muñoz Degrain, que se puede ver en el Museu de Belles Arts València, con una inundación en la huerta y la escena terrible de una madre con el agua al cuello, intentando salvar a su hijo. El cuadro de la catástrofe es de principios del siglo XX. Todo vuelve. Las fotografías de las crecidas en el Turia, o los noticieros del NODO del franquismo. El pánico de nuestros abuelos y nuestros padres en 1957, fue nuestro miedo en 1982, y ahora es el que viven nuestros hijos. Ahora nos ha sucedido con wifi y miles de coches en las calles. Es el momento de cualquier cosa, y hasta consentimos la lírica. Volver a recordar el discurso de Martín Domínguez, Valencia, la gran silenciada, pero siendo conscientes de que también en ese discurso estaba la batalla del fango, esa batalla que escuchamos a nuestros mayores, y que Domínguez, en su discurso de proclama y denuncia, la habría librado el ejército de Franco, que eso también estaba en el discurso de Martín Domínguez. Es el momento de la serenidad, sin hipérboles. Pero es la misma batalla del fango.

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