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Tener razón

La discusión es prescindible, y únicamente importa la razón de las apariencias

Jueves, 5 de diciembre 2024, 23:34

En cualquier materia de debate, cada vez uso con más intensidad el condicional, ese «puede» que en el fondo es garantía de astucia, como cuando ... Borges negó que fuera humilde, para reconocer que lo que era es un «orgulloso astuto». Ahora pienso que en buena medida, la formación en las aulas de Derecho me ha influido mucho más de lo que pensaba. Me encantaba la locución latina, salvo meliori iudicio, que aparecía traducida en la conclusión final de los dictámenes, casi casi como una fórmula de cortesía: «Esta es mi opinión que someto a cualquier otra mejor fundada en Derecho». Todo ello indicaba prudencia, cautela, o incluso cierta humildad, para asumir que tener razón puede ser una creencia destructible, una presunción que otra persona con mejores argumentos puede ser capaz de desmentir. No se trataba ni de que fuera mejor vestida, o cómo pudiera hablar en público, ni de la telegenia. En la definición de la época que nos ha tocado vivir, no solo cuentan los avances tecnológicos, como objetos que han transformado la manera de desplazarnos, el ocio o el consumo, sino que lo esencial es la forma exacta en que han transformado nuestra percepción del tiempo, del sosiego y la serenidad. Y asimismo la manera en que ya hemos decidido que se produzca cualquier debate público, o en la misma discusión privada. Lo importante, lo auténticamente relevante, en cualquier materia ya no es discutirlas, averiguar el fondo de los problemas, sus causas o el impacto que producen. Se trata de tener razón, ganar la percepción, el relato de cómo se viven las cosas. Toca tener razón en todo y siempre, y de ahí la sentencia rápida, el debate fugaz, la velocidad con la que cambiamos de interés en los asuntos, y de lo importante que resultan las apariencias para ganar cualquier debate. La discusión es prescindible, y únicamente importa la razón de las apariencias. La anécdota es preciosa. Cuentan que en el Paris de los artistas de los años 20 del siglo pasado, en el que Picasso también se dedicaba a hacer caja firmando telas en blanco, que luego alguien revendería, en una tertulia sobre el cubismo, uno de los jóvenes artistas, después de haber escuchado cierta opinión del artista sobre el cubismo, se atrevió a decir que Picasso tenía razón. La respuesta del pintor fue sensacional: «¿Qué es eso de que tengo razón? ¡Eso lo habríamos de discutir!». Casi siempre en muchas materias uno añora lo que representaba de valioso esa actitud. Tener razón, sí, pero salvo meliori.

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