Secciones
Servicios
Destacamos
El territorio no solo se mide en metros cuadrados o hanegadas. Deberíamos encontrar una unidad de medida de la belleza. Parece mentira que no nos ... cansemos siempre de lo mismo. Las calas, las olas rompiendo en la playa, el arroz de merendero que ahora es arroz de gastrobar, la postal de ese mundo que no entendemos si no está cercano a la costa. Para un futuro equilibrado desde el punto de vista territorial, hay que tener abierta la mirada, y ser sensible a la belleza. Aunque puede que nuestros ojos no estén preparados para otra cosa que no sea pensar en etiquetas sobre el territorio. La playa y la montaña. El secano y el regadío. La costa y el interior. Etiquetas injustas con lo que representa nuestro territorio. Le hemos perdido el respeto a la belleza del paisaje, y a la extraordinaria diversidad del territorio valenciano. Nada tiene que ver la huerta, y sus atardeceres y las acequias frente a la ciudad que acecha, con la Safor o la Ribera, y sin embargo a tan solo unos pocos kilómetros de la costa, en la carretera de Albaida, frente al paisaje -y la tentación- del monocultivo, el naranjo, el caqui, el apartamento, la ensaladilla y las croquetas. Aquí la diversidad es asombrosa y de una belleza insólita e intacta. El perfil lejano del ciprés, los olivos, almendros. El horizonte despejado. Hay más belleza en una terraza abancalada que esa obstinación en buscarla en la arena de la playa. Recuerdo el olor de alguna siesta persiguiendo la sombra algún verano en Bèlgida o en Bellús, con imágenes inigualables. Lo mismo podría decir de Alfarrasí o de Quatretonda. Esos miradores naturales, en las cumbres, que nos hacen pensar qué nos empujó a despreciar esa belleza, para cambiarla por la monotonía del polígono y la franquicia. La tierra no es solo la tierra que se cultiva, o que se edifica. También es la tierra sabia y cómplice de la belleza, que también se identifica en Elca, en Oliva, en la Casa de Francisco Brines. El Convent de Llutxent, el monasterio del Corpus Christi, es de una tranquilidad asombrosa. En otro lugar sería de visita obligada, y albergaría toda clase de eventos. La Diputación de Valencia trabaja -y bien-, en esa dirección. Conviene mantener un cierto secreto. Es la sabiduría que integra el paisaje. No es extraño que recibiera del papa Sixto IV el privilegio como Universidad y Estudio General para graduar en Artes y Teología en 1474. Entonces no se equivocaban de ubicación. Sería el mejor territorio de implantar cualquier iniciativa de formación. Y de hacerlo con equilibrio, raíces e historia.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.