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Cada columna tiene su trazo, pero todas pueden ser valiosas construyendo el conjunto. Puede que el final del verano anuncie fenómenos meteorológicos, y una cierta ... insistencia en la literatura patriótica. Pido perdón por si en algún momento cometo el error de lo segundo. Quizá sea el momento de hacer grandes cosas, porque todo cabe en nuestro futuro, los grandes trazos y el detalle sencillo. La Albufera, del mismo modo que un pequeño 'gorg' en la marjal. Siempre lo he pensado, no solo ahora, como si fuera un diagnóstico interesado. En el fondo, nunca dejo de pensar que somos nosotros mismos, en nuestros asuntos cívicos, los que tendemos a describirlos de forma exagerada, como pasando del drama al sainete. Y ni una cosa ni otra. No hay una perspectiva equilibrada. Tenemos la tendencia a verlos como una catástrofe o una parodia. Y sin embargo, en el día a día, en la comparación con otros territorios, en nuestra legítima ambición, en la energía colectiva, nuestro saldo en muchas materias debería situarnos en las luces largas, en el esfuerzo y el trabajo con el que afrontamos, sin ser conscientes, muchas de nuestras empresas. Por eso mismo, continúa siendo un error que los valencianos continuemos viviendo ciertas cosas como una anomalía, dejando ya de lado esa manera dolorosa con la que Fuster describía lo colectivo, desde una «perspectiva amarga». Puede que la anomalía sea precisamente esa, que nos sintamos como una anomalía, en lugar de trabajar, emprender, crear, progresar desde la ambición, y no con un corto trayecto, con una perspectiva demediada pidiendo perdón por esas aspiraciones concretas que son de tanta utilidad para crecer como sociedad. Teniendo los ingredientes exactos para pensar en grande, y siendo cuidadosos con los pies en el suelo, no tiene sentido que nos empeñemos en hacernos daño a nosotros mismos, renunciar a todo aquello que ha hecho tan singular y excepcional a este territorio. Con esas benditas anomalías que hoy nos hacen sumar lenguas, creadores, sin necesidad de renunciar a nada de lo que nos ha hecho ser como somos. Tots a una veu es un objetivo colosal, de enorme utilidad, siempre y cuando entendamos que «una veu» es la suma de todas ellas, todas las que caben en los límites del respeto y la dignidad. Ser grandes no es una cuestión de dimensión, sino de aciertos, y a lo valenciano puede que le corresponda ahora ser coherente con lo singular y próximo, moderno y sin complejos, que resulta este territorio. Reivindicar la normalidad resulta ahora más acertado que nunca.
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