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Desde que el GAV, la URV, UV 'et alii' otorgaron a las negociaciones estatutarias caracteres de latrocinio, «Mos volen furtar la Senyera», que no se ... oía nada parecido. Y menos en la acera de enfrente, la fusteriana. Fue presentar un panegirista de Ximo Puig la venta de 'El sátiro' al Museo del Prado como la confirmación de que el expresidente no exageraba cuando decía que Madrid funciona como una aspiradora y armarse la marimorena. Compromís, único molino que funciona con este tipo de combustible, le tomó la palabra. Y ya no hubo nadie que se parara a pensar si se podía tratar de expolio un motivo de satisfacción como éste. «Mos han furtat 'El Sátiro'. Que mos el tornen», exclamó un diputado novicio. Otro endosó la venta en el debe de la sufrida infrafinanciación de la Generalidad. Gloria Tello, cual Rebentaplenaris rediviva, la enmarcó, atención, en «la dinámica extractiva con la que el Gobierno del Estado trata a Valencia desde hace décadas». Me malicio yo que para evitar que alguien recordara que la única exposición de Fillol celebrada en Valencia la promovió su predecesora en la concejalía de Cultura, Mª Irene Beneyto (PP). Y no saltaron gritos de «maulets, a les armes» de milagro puesto que hasta Gª Reche, que se resistió como gato panza arriba a trasladarse a Alicante cuando Puig necesitó descentralizar un poco el Consell, se quejó de lo absorbente que es Madrid. Lo cierto, sin embargo, es que 'El sátiro' permaneció enrollado durante más de un siglo. Casi desde que fue excluido de la Exposición Nacional de 1906 por «inmoral» hasta que los herederos del artista se lo cedieron al Museo de BB.AA. en régimen de comodato en 2014. Un año antes de que Javier Pérez Rojas lo incluyera en el catálogo de la magnífica muestra que organizó en la Casa Gran. Tiempo más que suficiente para sopesar la conveniencia de adquirirlo en propiedad, cosa que sí hizo el consejero Manuel Alcaraz, por ejemplo, con dos de las obras que Antoni Miró exhibió en la Marina. No acaba ahí la dejadez. Nadie trató de asegurarse la titularidad de la pieza ni cuando se convirtió en la estrella de una exposición feminista celebrada, ay, en Madrid. Es más, antes pagó Puig 3,7 millones de euros por un lote de pinturas que la Generalidad había más que abonado previamente a sus propietarios en forma de subvenciones, ayudas al empleo y regulaciones laborales que desembolsó los 110.000€ que habrían impedido que el ahora 'inexportable' lienzo abandonara Valencia. En el supuesto de que represente una pérdida que una de las principales pinacotecas del mundo amplíe la colección que posee de uno de los muchos pintores que no han sido profetas en su tierra.
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