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La buena gente destaca, sobre todo, en los peores momentos. Cuando vienen mal dadas como en las terribles circunstancias vividas tras la Riada. Las malas ... personas también se hacen ver en momentos así -porque haberla haylas y a puñados- pero no pienso dedicarles en este Andando y Viendo muchas letras más porque, como comprenderán, sólo tengo 500 palabras y Pablo Salazar es muy estricto conmigo en esto de no extenderme más de la cuenta.
Hemos vivido una catástrofe tan bestial que la ola de solidaridad que se ha generado no tiene precedentes. En nuestro entorno más cercano, en nuestra casa, en la familia, entre los amigos, en el trabajo. Yo lo he vivido en el mío. Ustedes saben que no suelo hacerlo, pero hoy toca hablar de mi casa. Les prometo que es excepcional. Y de justicia también, que mencione a la dirección en pleno y a los trabajadores de Global Omnium- personas anónimas, profesionales como la copa de un pino que cada uno en su medida y en su ámbito han estado especialmente al quite atentos a las necesidades de otros. Su trabajo es sinónimo de agradecimiento y admiración.
Pero luego hay otras personas - en la que hoy me quiero detener- que te sorprenden gratamente porque no te los esperabas así. Suponías que estarían a la altura, pero no tanto. Su comportamiento y su manera de proceder tras la riada ha hecho que su figura se haya engrandecido. En mi caso: los Reyes de España (especialmente ella) y Juan Roig. Yo no era muy fan de la Reina Letizia (ahora lo sé, era algo irracional) pero desde el día de los abucheos en Paiporta, que no me la toquen. Su manera de reaccionar, su entereza, comprensión, cercanía y la valentía que demostró ha hecho de ella una reina mejor. Supo estar. Creo que se ganó el corazón de todos los valencianos aguantando estoicamente el lógico chaparrón. Junto con ella, allí se quedaron (y no hay que olvidarlo) el Rey y el presidente Carlos Mazón. Solos, porque los demás se fueron. Dando la cara es como se acierta, estando cuando hay que estar (pese a las dificultades) y reconfortando a quienes sufren. Su presencia en el funeral de la Catedral ratifica esta tesis y, qué quieren que les diga, para mí, las ausencias no tienen justificación.
La entrada de Juan Roig en la catedral, la verdad, es que fue muy emocionante. La gente lo aclamó y él daba la impresión de estar algo abrumado y no saber muy bien cómo agradecer ese cariño. Viendo cómo se ha comportado con todos los afectados, la celeridad y efectividad de sus ayudas, puedes comprender cómo ha sido capaz de construir la gran compañía que es Mercadona y la potente red de proveedores que ha tejido a su alrededor. Roig es de la terreta y se le nota que le duele Valencia tanto o más como a cualquiera. Se ha ganado el corazón de todos los valencianos. Más allá de auditorios, museos o empresas, el auténtico legado de Juan Roig siempre será éste. ¿No les parece?
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