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Viajar desde Valencia hasta Madrid en menos de dos horas me sigue pareciendo algo realmente increíble. Lo disfrutamos desde hace 12 años. Parece que fue ... ayer pero desde entonces ya nada es igual. No hay alternativa mejor para llegar a esta ciudad. Si bueno fue lograr la ejecución de esta valiosa infraestructura que ha transformado nuestras posibilidades como ciudad, todavía lo ha sido más, el hecho de que operen la línea más compañías haciendo que su precio sea accesible para todos. Y hasta aquí todo lo bueno que se puede decir porque de un tiempo a esta parte el servicio que los pasajeros obtienen cuando llegan a las respectivas estaciones de origen y llegada dista mucho de lo que se espera de dos de las capitales económicas más relevantes y que más turistas reciben.
O he perdido la costumbre de viajar o, con los años, voy ganando en espíritu crítico pero la próxima vez que vuelva por Madrid me acompañara una lista de recomendaciones previas que les comparto por si les salva de algún apuro. Cojan unos buenos tapones para los oídos. Viajen con calzado cómodo. Salgan con margen de casa y no tengan prisa en regresar. No cuenten con la opción de un taxi inmediato, o si pueden, que un buen amigo vaya a recogerles: Chamartín es una gincana y Joaquin Sorolla está desierta de taxis. Si viajan con maleta incluyan un casco.
Porque viajar en AVE a Madrid se ha convertido en toda una odisea de despropósitos encadenados que son, como antes la mili, de obligado cumplimiento. Si nadie lo remedia, claro. Ya lo escribió hace unos días Estaban González Pons en LAS PROVINCIAS y es que tiene toda la razón. Llegar a la cutre-estación de Chamartín es una más de las discriminaciones penosas que nos toca sufrir a los valencianos. Y más después de haber disfrutado unos cuantos años de hacerlo en Atocha. Por comparación, la diferencia es aterradora. Está mal señalizada, la falta de seguridad es evidente, el caos en la distribución de los espacios aún lo es más. Está sucia, falta información y personal. Sólo tiene interés en el caso que quieras aprender algo sobre ingeniería civil porque, recorrer sus inmediaciones, es asombroso. Ya les digo, sólo con un diez por ciento de la inversión que se está gastando el gobierno de España allí nuestra estación en Valencia dejaría de ser provisional.
No creo que, a la espera de mejores gestores, sea tan difícil resolver todas estas deficiencias. Más complicado se me antoja superar lo que podemos denominar experiencias vitales. Esos momentos en que, durante los viajes, en los vagones, los desconocidos compartimos por unas horas conversaciones, gestiones varias, crisis sentimentales a media voz, conocemos de preferencias literarias, observamos modales al comer y hasta sufrimos ronquidos invasores que ni los mejores casquillos del mercado son capaces de bloquear. No estaría de más que al amplio catálogo de opciones que te dan a elegir al comprar tu billete: sencillo, confort, con mascota o el del silencio -que nunca es tal- añadan el vagón del ronquido. Para quienes prefieren dormir. ¿No les parece?
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