Conciliar alrededor de una mesa camilla
NURIA ROMERAL CAS
Miércoles, 19 de febrero 2025, 00:00
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NURIA ROMERAL CAS
Miércoles, 19 de febrero 2025, 00:00
Antes, según decía mi abuela Carmen, las discrepancias o problemas familiares que pudieran surgir encontraban solución (o cierto entente) o alrededor de una mesa camilla. ... Al calorcito del brasero, imagino, estas mesas debían ser el centro de la vida doméstica allá por los años 40. Allí sólo tenían asiento los mayores, porque los niños -antes- no opinaban y, a su alrededor se resolvían los jaleos domésticos o las inquietudes familiares que hubiera que apaciguar. Otros eran «cuestión de alcoba» o, al menos, así lo veía mi abuela.
Y al espíritu de esa vieja costumbre de conciliar alrededor de una sencilla mesa camilla es al que ha debido echar mano el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, para convocar de manera «repentina e informal» lo que se ha bautizado como la Cumbre de París. Una cita que se resume, para mí, en una imagen que reivindica el valor de la normalidad, la sencillez y la eficacia. Una reunión convocada por el francés de manera ágil, rápida -las circunstancias lo aconsejan- y que nada tiene que ver con los encuentros habituales. Esas cumbres internacionales convocadas con meses y meses de antelación, con semanas previas de comisiones interminables de trabajo, intercambio de documentos entre gabinetes, citas interdepartamentales previas o valoraciones de borradores que, en muchas ocasiones, no sabemos bien en qué quedan.
Dicho y hecho. En pocas horas y con rotundo éxito, el diplomático Macron -previa conversación con Donald Trump- concitó en Paris la presencia de todos los que de verdad tienen poder para tomar decisiones y solucionar los desafíos a los que se enfrenta la Europa de hoy. Son sólo 11 hombres y mujeres, sentados alrededor de una mesa, rodeados de unas cuantas banderas, papel y bolígrafo en mano. Sólo 11 personas frente al oropel al que nos hemos acostumbrado y que se resume en enormes burocracias, sobre-exageración de funcionarios, comisiones, sedes duplicadas y demás excesos que se dan por toda Europa en tantas instituciones y organismos que funcionan por ahí, que cuestan un dineral de mantener, y que tampoco da la sensación de que, de verdad, sirvan para mucho.
Léase -para próximas citas- que las necesidades retratadas en la foto de Paris son escuetas. Una mesa redonda de buenas dimensiones donde quepan holgadamente 11 personas, ídem número de sillas para que puedan acomodarse cara a una larga reunión, unos vasitos de agua, un mantel blanco elegantón y sin estridencias, unos cuantos cafés para cuando el cansancio apriete acompañado -como no- del imprescindible chute de glucosa que aseguran unos pocos bombones. Y poquita cosa más.
El éxito de la cita de Paris, sin excesivos protocolos ni problemas de agenda inesperados -ha asistido hasta el primer ministro inglés de la Gran Bretaña del Brexit- evidencia no sólo que lógicamente era necesaria sino también, que las cosas realmente importantes son mucho más fáciles de afrontar y resolver de lo que realmente aparentan. Como cuando se conciliaba alrededor de una mesa camilla. ¿No les parece?
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