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Me abruma ver tan solo siempre al juez Manuel García-Castellón. Con apariencia de tipo normal , entrado en años, de altura intermedia, peinando canas y ... andar pausado, suele aparecer por los informativos y televisiones siempre solo. Pese a que es magistrado de la Audiencia Nacional, y a que con su instrucción tiene acorralado a todo un gobierno y mantiene contra las cuerdas el pacto parlamentario con Junts y ERC que sustenta al inquilino de La Moncloa Pedro Sánchez, es revelador verle solo. Como un valiente David frente a un osado Goliat.
La imagen que de él trasciende es totalmente contraria, o alérgica si lo prefieren, a las cuchipandas parlamentarias y séquitos gubernamentales tan numerosos que acostumbran a verse a las puertas del Congreso. Unos llegan a pie y en formato legión. Cuando lo hace Sánchez le acompañan varios coches de los que empiezan a salir como en tromba una multitud de gente. Los vehículos oficiales son como camarotes de los hermanos Marx sobre ruedas. Fíjense en el paseíllo de ayer, tras el espectáculo que han dado en el Congreso forzando los de Junts a seguir negociando más cesiones a favor de la amnistía, cómo entraban uno tras otro en formato manada gubernamental por la carrera de San Jerónimo.
Tengo la impresión de que frente a este discurso dominante del gobierno hay muchos hombres y mujeres que piensan que las cosas se deberían estar haciendo de otra manera ahora. Y que no se hicieron bien antes, como pretende dilucidar con su instrucción el juez García-Castellón. Y más, cuando asistimos anonadados al vergonzante esperpento vivido ayer en el Congreso -siendo testigo la soberanía del pueblo español- de un nuevo chantaje intolerable y, lo que es peor, con la claudicación efectiva del Gobierno.
Llevar razón y defenderla en un contexto donde lo políticamente correcto es el pensamiento contrario, sencillamente porque es lo que defiende el Gobierno, debe resultar realmente extenuante. Sentirse minoría porque lo oficial significa jugar a dividir al resto sembrando crispación, si cabe, aún más agotador. Y así, vivimos en la España de hoy que parece que vaya a partirse en dos: de un lado, una minoría dominante que impone una manera de funcionar y de otro, una mayoría callada, aburrida y algo pasmada que se resiste a perder la fe en la democracia.
Hoy, desgraciadamente, vivimos en esa dualidad donde los pepitos grillos son criticados y los lljaneros solitarios que asisten a manifestaciones cada vez que las convocan son menospreciados. Ejemplos en la historia tenemos y sólo el tiempo pondrá cada cosa en su sitio. Pero mientras tanto, la fotografía es la que es. A un lado el todopoderoso gobierno y sus socios separatistas. Al otro, todos los los demás.
Imagino que García-Castellón, como buen magistrado instructor, estará más acostumbrado a gestionar esta soledad frente a los poderosos. Al final, cosas de la vida, puede darse la circunstancia de que quien accedió al poder con una moción de censura cimentada sobre la base de un párrafo de una sentencia judicial pueda caer exactamente por lo mismo. Como David y Goliat. ¿No les parece?
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