Directo El precio de la luz se encarece con la nueva tarifa este lunes: las horas prohibitivas para enchufar electrodomésticos

Que la principal compañía telefónica del país haya anunciado un expediente de regulación de empleo (ERE) que puede afectar a uno de cada cuatro trabajadores - ... lo que supone muchísimas familias afectadas detrás- debería haber hecho rebelarse a unos cuantos miembros del gobierno y al propio Pedro Sánchez siguiendo el manual de lo que se espera de un gobierno progresista. Pero como están en sus primeros cien días -¿imaginan si hubiera pasado esto antes de la investidura?- lo dejo aquí.

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A servidora le parece muy difícil de comprender que una empresa que arroja casi por castigo, cada año, gruesos beneficios, se acoja ahora a una reestructuración de esta envergadura bajo el ambiguo criterio de causas organizativas. Y más cuando ya lo viene haciendo desde hace algunos años con más de 11.000 salidas incentivadas -que así suena mejor- en el marco de lo que llamaron Planes de Suspensión Individual. Sólo en 2022 registró más de 2.000 millones de beneficio. ¿Nunca es suficiente?

Es evidente que las empresas privadas pueden hacer lo que mejor entiendan, faltaría más, pero francamente me parece una decisión más que criticable. Y no está pasando sólo en Telefónica, porque empresas como Apple, Microsoft, Meta, Amazon, Zoom y hasta Spotify están en las mismas. Y eso que las TIC están ganando mucho dinero.

Si la respuesta de las compañías tecnológicas es como la respuesta de Telefónica en forma de despidos masivos vamos muy mal. Ésta no debería ser la respuesta a los retos que representa la temida Inteligencia Artificial. Entre la tesitura de elegir tecnología o personas la decisión debería ser otra. Pero claro: hay que invertir en la formación constante, hay que atraer talento, hay que cuidar a las personas, impregnar una cultura de empresa diferente donde se primen las personas frente a los números y, como no, preservar lo que ahora se llama el salario emocional que tan necesario es para engrasar equipos y que es el gran olvidado. Tenemos que ser capaces de unir el enorme caudal de conocimiento acumulado por las generaciones más mayores con el talento de los profesionales más jóvenes. Es decir, todo lo contrario a lo que es un ERE. Estas fórmulas no son mías, ya están inventadas, las defendieron expertos de grandes compañías valencianas en un foro de Europa Press en Valencia.

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En defensa de la Constitución. Mirado con perspectiva histórica nuestra Carta Magna es tan joven y lozana -hoy cumple sólo 45 años- que me produce un enorme desprecio ver cómo es violentada y maltratada por quiénes en verdad deberían cumplir y hacer posible su cumplimiento. Vivimos una época extraña de comportamientos incomprensibles alejados de la lógica. Y los despropósitos se solapan en cadena de forma tan trepidante que seguir el ritmo resulta casi imposible en una clara estrategia que provoca anestesia por sobredosis. A pesar de eso, ahora más que nunca, debemos hacer lo posible por proteger esta herramienta que ha hecho posible nuestros mejores años de convivencia democrática. Sería bueno dejar de manosearla ya. ¿No les parece?

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