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Un buen amigo, que sabe mucho de política y gasta de mejor humor, me apuntaba el otro día con cierta ironía la estrambótica situación que ... se puede dar en el caso de que finalmente Carles Puigdemont sea amnistiado y ponga en marcha su vuelta a España, o sea, a Cataluña. Ya saben: tornarem.
Imaginen conmigo cualquier día de estos a ese Molt Honorable presidente en el exilio, que en vez de volver a España escondido en el maletero de un coche emulando las circunstancias con las que salió, regresa en romería -y en olor de multitudes- caminando sobre un manto de pétalos de rosa -ya saben que la iconografía y la puesta en escena es fundamental en el relato nacionalista- descalzo y en levitación casi milagrosa desde su casoplón oficial en Waterloo hasta la mismísima puerta del Palau de la Generalitat Catalana.
Toc, toc... y aunque lógicamente no tendrá que llamar a la puerta -porque ya no será ni un fugado ni un fugitivo sino un héroe que pasará a la historia porque nos habrán hecho tragar con la amnistía al resto de españoles- allí le esperará en posición de firmes el legítimo y también Molt Honorable presidente Pere Aragonès junto al resto de autoridades no duplicadas del entramado institucional catalán. Todos listos para vivir juntos un nuevo hito histórico en su relato particular.
Por muy extraña que pueda parecer la situación, antecedentes similares ya tenemos, pensarán. Sin ir más lejos la Iglesia que ha resistido sin inmutarse hasta hace bien poco la plácida coincidencia de dos Papas a la vez. O la idéntica y esperanzadora convivencia del rey Felipe con su padre el rey emérito. ¿Quién será emérito en este caso? Mucho me temo que le tocará el turno a Aragonès porque todo parece indicar que será Puigdemont el dispuesto a renovar como candidato a presidente en las próximas elecciones autonómicas.
Siguiendo este relato y mientras la cita electoral llega, sí o sí, están condenados a entenderse y a repartirse el cargo con todo lo que eso conlleva: desde los detalles más pequeños relativos al protocolo y las asignaciones propias de su cargo, como otras de mayor trascendencia que pueden enturbiar todavía más el ya endiablado ecosistema político catalán. Veremos cómo se gestiona esta transición a un nuevo equilibrio de poder en el partido Junts.
Y volviendo al día del hipotético regreso de Puigdemont, les regalo una idea por eso de la teatralidad y la puesta en escena. Trasteando por la web de la Generalitat Catalana -es que lo guardan todo- he podido comprobar que almacenan y conservan el material relativo a la vuelta de Josep Tarradellas a Cataluña cuando gritó aquello de: «Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí». Va y resulta que todo aquello sucedió un 23 de octubre del 1977, es decir, estamos a pocos días del 46 aniversario de este capítulo imborrable de la memoria colectiva de un nacionalismo catalán que está totalmente 'on fire' con esto de las negociaciones para hacer gobierno. No se si les dará tiempo, pero seguro que alguien verá clara la oportunidad para hacer coincidir la celebración de este aniversario con la ansiada vuelta de Puigdemont. ¿No les parece?
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