Me gusta cómo ha arrancado el nuevo equipo que dirige la Conselleria de Educación capitaneado por su titular José Antonio Rovira. A pesar de disponer ... de un escaso margen de maniobra -un mes mal contado entre su toma de posesión y el arranque del curso escolar- demuestra coherencia e impulso con lo que el PP ha venido diciendo durante estos años de oposición.
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Sus primeras decisiones respecto a los contenidos lectivos de nuestros hijos son como poco esperanzadoras. Más matemáticas, más inglés y que los colegios tengan la posibilidad de ajustar el tiempo dedicado al valenciano en las aulas me parece la mejor noticia educativa en mucho tiempo. Todo esto nos suena a muchos padres como a gloria bendita.
Soy madre de dos adolescentes y estoy implicada en el estudio de mis hijos. Somos afortunados, no podemos estar más satisfechos con el colegio concertado al que asisten nuestros hijos. Compartimos ideario y valores. Y con todo, aún así en los últimos tiempos, hemos asistido con abrumadora impotencia -y mucho me temo que el propio colegio también- a despropósitos educativos de gravedad variable que levitan entre los pequeños detalles a cuestiones más nucleares como que la justicia tenga argumentos y razones para eliminar una asignatura que están impartiendo en los colegios a nuestros hijos como Proyectos Interdisciplinares. Y más. Me pregunto si es razonable que compute como hora lectiva para aprender inglés -una herramienta absolutamente imprescindible para que nuestros hijos entren en pie de igualdad en el mercado laboral- las clases de Educación Física -¿nos toman el pelo?-: que las matemáticas quedaran relegadas frente a otras asignaturas, que el valenciano fuera la lengua idónea para aprender la geografía europea y la historia del mundo o, que, hasta los cuentos se reinventen para plagarlos de ideología intolerable hasta convertir a Caperucita Roja, al lobo, a la abuela y hasta a la cesta de comida en una suerte de despropósito de lo que algunos entienden como políticamente correcto.
Acumulamos tantos desvaríos por el rifirrafe entre partidos a costa de la educación -con tantas modificaciones legislativas en España y las propias de cada comunidad que ni siquiera alcanzan una legislatura- que nos hemos acostumbrado a las tropelías y a niveles de fracaso que nunca deberíamos tolerar como sociedad. Los niños no leen y tampoco comprenden lo que leen -así lo afirma el último informe Pirls-, somos líderes en fracaso escolar y permanecemos en los últimos puestos de auditorias como la de PISA que no ocultan los problemas reales que existen en la escuela.
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La educación debería estar por encima de cualquier cuestión, protegida de las ideologías y al margen de las tensiones políticas que lo intentan invadir todo. Los grandes partidos deberían ser capaces de alcanzar este mínimo imprescindible que asegure un mejor futuro para nuestros hijos con un marco legal estable que permita trabajar con previsión y mejor organización a los colegios y a los maestros que en demasiadas ocasiones tampoco saben a qué atenerse con tantos cambios a las mismas puertas del inicio escolar. ¿No les parece?
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