Todo tiene su lado bueno y su lado malo. Y también algún tono gris. Defiendo que los futbolistas han hecho mucho daño a la estética ... de los adolescentes de hoy en día que, por norma general, suelen llevar unos peinados y unos cortes de pelo de echarse a temblar. Pero claro, gracias a ellos, han proliferado en todos los barrios peluquerías, barberías y centros estéticos para atender tan exigentes outfits capilares.
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Son los dos lados de una misma moneda que podríamos alargar en un bucle infinito de ventajas e inconvenientes, hasta llegar, por ejemplo, al repunte de contagios de tiña en las peluquerías poco higiénicas. Los futbolistas, pero también el Canva ha hecho mucho daño al diseño gráfico en general o las marcas blancas en los supermercados a nuestra capacidad de elegir, en particular, porque ya no hay quien encuentre leche Pascual en un Mercadona. Y es a lo que iba.
No sé ustedes, pero lamentablemente, yo me paso buena parte de mi tiempo libre metida en un supermercado. O al menos tengo esa impresión. Siempre falta algo. Puede llegar a resultar agobiante, asfixiante: es una sensación circular como la que debe sentir esa pobre rata entretenida trotando sobre una rueda sin fin. Pues igual. Y eso que no soy madre de familia numerosa, ni especialmente cocinitas, ni tampoco tengo demasiadas manías, sólo me permito, en contadas ocasiones, revelarme ante esta nueva fórmula de dictadura comunista que es la marca blanca.
Dicen los estudios de mercado -lo escribía la extraordinaria periodista Isabel Domingo en Las Provincias- que la marca blanca ya supone la mitad del gasto de la cesta de la compra. Que la crisis económica y los altos precios hace que cada vez echemos más mano de este tipo de productos. Y, no sólo eso, cada vez vamos con mayor frecuencia al supermercado: dos veces por semana de media. (Es tranquilizador ver que no solo me pasa a mi).
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Y es que los humanos además de ser un tipo de bacteria más desarrollada (la autoría de esta obviedad no es mía), somos animales de costumbres -todavía pesa mucho el mono que llevamos dentro- y tendemos a repetir todos en forma de manada los mismos hábitos, patrones y costumbres. Puede que tenga parte de entretenimiento eso de ir a Mercadona, no porque se haya hecho viral en las redes eso de ir a ligar con una piña en el carrito, sino porque siendo realistas, las economías domésticas de la mayoría no están para tirar cohetes y ahora nos lo pensamos todo un poco más a la hora de comprar. Y si hay ofertas o descuentos pues vamos a otros supermercados. Lo de hacer la compra todo de una y ser fiel a un sólo super es cosa de otros tiempos. Hacer la compra representa, si no el más, el principal gasto familiar. Vivimos la extraña situación -porque nunca antes se había dado- que resulta más caro comer que renovarte el armario o hasta que pagar la casa. Por eso el éxito de las marcas blancas ¿no les parece?
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