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Albergo algunas dudas que sospecho me acompañarán siempre- de por qué el todavía presidente de la Generaliat Ximo Puig, en un último ejercicio de moderación ... política, no posibilitó la investidura en solitario de Carlos Mazón. Esta vía, la ya imposible solución Puig, hubiera facilitado un gobierno del PP en minoría y sólo con la abstención del grupo parlamentario socialista valenciano. Con este pequeño pero trascendental gesto, el PSPV hubiera dado la estabilidad necesaria a un gobierno del PP en la Comunidad Valenciana sin el necesario apoyo de Vox. Un acuerdo que tanto parece escocer ahora.
Es cierto que de haberlo intentado tenía muchas posibilidades de fracasar pero, aún así, hubiera valido la pena intentarlo. O contemplarla. Dado el caso, puede que se hubiera interpretado como la propuesta de un llanero solitario en el erial del PSOE de un Pedro Sánchez en declive. Puede que con ella no hubiera contentado a nadie de los suyos -ni a los de aqui ni a los de allá-. Puede que hasta sus diputados, finalmente, le hubieran dejado solo durante la imprescindible votación en las Cortes Valencianas. Pero no me negaran que, al menos, hubiera supuesto aire fresco o, lo que es lo mismo, la puesta en práctica política de lo que es predicar estabilidad con el ejemplo. Como no quiero gobiernos con Vox les ofrezco mi abstención. Pero no ha sido el caso.
La ya imposible solución Puig hubiera sido, sin duda, su particular sacrificio personal por la causa pero, también y con el tiempo, su contribución al necesario acercamiento entre los dos principales partidos políticos que acumulan muchos años de denuncias y rencillas. Esto es, traducir en acción política todas las líneas rojas contra Vox que defienden con ahínco los socialistas pero que ninguno aterriza con sus propios sacrificios. Algo así como ha hecho el PP en Barcelona con la acertada intervención del valenciano adoptivo Daniel Sirera posibilitando el gobierno al PSOE.
Con todo, y de momento, el PSPV ha perdido la oportunidad de ejercer perfil propio, de marcar distancias con el proceder del PSOE de Sánchez para empezar a abrir la puerta a la tan necesaria vuelta de un socialismo útil. El fin de una etapa y el principio de otra. Un riesgo que el estatus político que alcanza ahora Puig le permitía asumir.
Pero ahora ya es tarde. Ya hay un acuerdo de gobierno entre el PP y Vox para los próximos cuatro años en la Generalitat Valenciana. Un acuerdo que se debe respetar porque está respaldado por la mayoría de los votos de los valencianos. Pese a la crítica y el estupor universal que despierta -entre el lado progresista del escenario político- o, en el otro, la indiferencia y hasta el beneplácito de los votantes del PP y de Vox que cuando votaron ya contaban con esta posibilidad cierta. Un acuerdo de la Generalitat que como mínimo merece el respeto y la confianza de todos en forma de una necesaria tregua que alcance, como mínimo, a sus primeros cien días de gestión. ¿No les parece?
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