Directo Un agraciado gana 192.883,96 euros con el Gordo de la Primitiva de este domingo en un municipio de 3.000 habitantes

Como cualquier padre o madre. Ni más ni menos. Así se ve últimamente a los Reyes de España. Orgullosos de sus hijas -de las xiquetas ... como diríamos por aquí- y una que se alegra porque, por fin, se les nota algo más felices, naturales y relajados de lo que les permite la desesperante agenda política que impera en este país. Sumamos demasiados tiempos convulsos con capítulos de nubosidad variable -como decía Carmen Martín Gaite- que no invitan a las sonrisas y relajos públicos. Vivimos el inesperado efecto Leonor.

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A los Borbón se les nota de más esa emoción contenida que desprendieron durante la despedida de la infanta Sofía, el desfile militar, la jura de bandera o la que veremos en breve de la Constitución Española todavía incólume. Pero, en verdad, se les cae la baba igual que les pasa a los Rodrigo-Martinez cuando van a ver cómo entrena Iván en el Levante UD; a los Cidoncha mientras su hijo Lucas da vueltas al karting pilotando un kart o como los Pérez flipan cuando su hijo Marcos se disfraza de estrella para alumbrar el nacimiento de Belén en la función de Navidad. La vida misma. Si es que al final somos todos iguales y a pesar de las irremediables diferencias atravesamos capítulos vitales similares la mar de democratizadores.

Me reconozco fan del día de las Fuerzas Armadas. Soy una más de las tantas personas que nos pegamos a la tele para no perder detalle ese día. Y es que, además de ser tradición familiar y cuestión de amistad, en verdad, me pasa como a mi amiga V., me van los uniformes. Para que nos vamos a engañar. Pero es que este año ha sido espectacular. La organización fue impecable. Mucho mejor que la de años anteriores. Enhorabuena a quiénes lo han hecho posible. Funcionó todo como un reloj y hasta los equipos militares a caballo entraron cuando tocaba y a la vez que el resto, cosa que no había pasado hasta ahora.

La organización del desfile militar fue impecable

La puesta en escena del espíritu castrense tuvo su máxima expresión en la princesa Leonor que estuvo francamente a la altura y vigilada en todo momento por su padre. En lo negativo, pese a todo, los sonoros abucheos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, por mucho que la organización separe cada año a mayor distancia a las autoridades del público. El «sonido del viento» -así lo definió el locutor de RTVE cuando empezaron a sonar las críticas a Sánchez- no está bien. No es el modo.

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Por eso de separar el ruido y el artificio, bien está que la alegría Real continúe en unos días cuando la princesa alcance la mayoría de edad y pueda celebrarlo -tras todo el rollo oficial- con su familia. Todos juntos como hace cualquiera. Y lo pueda hacer con total normalidad con su abuelo Juan Carlos.

La amnistía ha permitido que pueda estar por España sin el folclore y el ruido mediático orquestado que le ha acompañado en otras ocasiones. ¿Casualidad? Ojalá esto también se normalice y pueda volver a instalarse por aquí, entre nosotros, que es en verdad, donde debe estar nuestro rey emérito. ¿No les parece?

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