Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Cuando nacías, al menos antes, la costumbre era bautizar. Había que hacerlo enseguida. A los pocos días se convocaba a la familia para celebrar el ... bautismo, dar la bienvenida al recién llegado, iniciarle en la religión familiar y de paso tragar saliva porque todo había salido bien. Y hacer algo de fiesta.

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Por aquel entonces, las madres (pobres) no traían muy buena cara hasta la pila bautismal porque llegaban casi recién paridas. Todos los invitados se acicalaban para la ocasión. Lo que se llevaba era contratar fotógrafo que dejara testimonio de lo que allí pasaba para guardar, después -como si de un tesoro familiar se tratase- ese álbum en horizontal que muchos tenemos con una cigüeña como portada. Cosas de la costumbre.

Había que elegir padrinos. Qué importante elección. Se llevaba que fueran los abuelos o los tíos mayores quienes se hicieran cargo de apadrinar a los bebés con lo que, lógicamente, está relación no duraba mucho tiempo. En cambio, si los nuevos padres elegían a padrinos más jóvenes y además acertaban con la elección ese día se creaba un vínculo irrompible que era para siempre.

Pasaron los años y fueron llegando otras fórmulas más livianas, originales, distintas de celebrar lo de poner nombre. Ceremonias civiles. Bautizar a todos los hijos a la vez. Recurrir a la fórmula tradicional o, sencillamente, no hacerlo. Cosas del paso del tiempo, de la libre elección y de la puesta en práctica de la libertad individual. Pero la figura de los padrinos, las madrinas o un poco de todo aún permanece. Una figura a reivindicar porque, cuando se ejerce de verdad, es una relación para toda la vida. Unos tuvimos suerte. Otros no tanto.

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Los míos se llaman Marina y Javier. Me detendré en ella. Una buena persona y una gran mujer. Un ser amable y comprometido con los suyos. Hay personas de luz, increíbles que son felices completando discretamente las vidas de quienes tienen cerca. Siempre están. Para todo y en cualquier circunstancia. El vacío que dejan cuando no están es infinito. Como dejar a un trapecista sin red. Personas que lo hacen fácil en tiempos que cuesta poco complicar. Es una cuestión de matiz, de limites pequeños como el amor y el odio, la desdicha y la felicidad o el aburrimiento de la mayor diversión.

Todos tenemos cerca a esos seres únicos. A una Marina. Personas especiales, propias, muy nuestras. Que hacen que nuestra vida sea un poco mejor. En todas las familias, en los grupos de amigos, de la universidad o en el curro, siempre hay ese ser especial que se esfuerza algo más que el resto. Que están siempre cerca. Que son amables cuando todos refunfuñan. Que entre criticar y no hacerlo, callan. Que suman. Que están en los malos momentos y prefieren siempre ser amables. Vivan esas personas. Todas ellas. Yo tengo una muy especial. Y además es mi madrina. Lo nuestro empezó en blanco y negro en una iglesia cualquiera. Y continuará para siempre. A los nuevos y futuros padres: vale la pena tomarse un tiempo y elegir bien a los padrinos. Pueden ser más que familia, sin serlo. ¿No les parece?

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