Secciones
Servicios
Destacamos
En los 2000 me encantaba Fernando Grande Marlaska. Cuando era juez. Mi lado superficial se dio cuenta enseguida que es de ese tipo de hombres ... a los que le sientan los vaqueros como un guante. Me fijo en eso: qué le voy a hacer. También le sientan bien a Alberto Núñez Feijóo o a mi amigo Xuso: es incuestionable, los vaqueros son su top, pero eso, es otro cantar.
A lo que iba. Mi yo veinteañero miraba atentamente el proceder de un joven Marlaska que aparecía con frecuencia en la televisión a las puertas de la Audiencia Nacional en esas típicas imágenes de telediario (que tan frecuentes son ahora) con aspecto y proceder más propio de actor molón que de un magistrado sustituto de Baltasar Garzón.
Sus instrucciones contra ETA y la izquierda abertzale desde la Audiencia Nacional fueron míticas, le dieron visibilidad y prestigio como magistrado valiente y audaz. Fue él quién ordenó la entrada en prisión de Arnaldo Otegui (quién le ha visto y quién le ve) o hizo frente a la instrucción del accidente de avión del yak-42.
Con este palmarés y antecedentes me he preguntado -ya a mis más de cuarenta tacos- cómo puede seguir siendo ministro de este gobierno que tantas decisiones contradictorias e incompatibles con la justicia está tomando y que tan contrarias son a su antiguo proceder. Negociar en Bruselas los presupuestos o la continuidad del gobierno de Pedro Sánchez con un prófugo de la justicia como Puigdemont debería ser incompatible para él. Inasumible. O dar carta de naturaleza a las exigencias de Bildu para excarcelar etarras y rebajar penas siendo así cómplice de estas decisiones que anulan todo lo que él ha representado. Un caso similar es el de Margarita Robles que también gozaba de un prestigio en la carrera judicial y que también permanece, incomprensiblemente, sin alzar un milímetro la voz.
No comprendo como uno y otra no han renunciado ya a su cargo y prudentemente -de la forma tan discreta como quieran- hayan optado por volver a sus quehaceres en el mundo de la justicia. Y más teniendo ese Plan B. Una salida digna de la que otros ministros aparentemente carecen porque vienen (lícitamente) de las filas del PSOE como pueden ser el caso de Óscar Puente o de Pilar Alegría.
Mucho me temo que empieza a ser tarde para Marlaska, al menos tarde para salir de forma digna y a tiempo de un gobierno que está tocado por la corrupción y que empieza un proceso de descomposición con consecuencias de gran alcance aún desconocidas.
Su intervención como ministro del Interior está, como poco, comprometida tras la revelación de nuevos detalles sobre cómo se gestionó la 'extraña' visita de la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez al aeropuerto de Barajas. ¿Cómo es posible que todavía no haya dimitido Marlaska pese a todo lo que está cayendo? ¿Qué queda de aquel joven magistrado? Quién sabe, porque yo por mucho que lo intento, no puedo comprenderlo. Me temo que la política sin fecha de caducidad y el ejercicio del poder mal entendido debe ser como un veneno que como te atrape estás perdido. ¿No les parece?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.