Sólo he visto otra piñata con forma de político además de la de Pedro Sánchez. Una de Trump. En su coincidente forma de globo Sánchez ... nunca ha estado más cerca del americano -aunque sólo en el mundo de las ideas por mucho que las acciones humanas hayan de ser consideradas atendiendo a su razón práctica- y ambos deben estar encantados de ver el maltrato a su figura. Sencillamente porque liarse a apalizar el globo presidencial es la mejor manera de darle más oxígeno al presidente que detestan.
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Por esa razón práctica Sánchez sabe bien que este tipo de comportamientos le beneficia. No sólo porque refuerza el vínculo con sus votantes -y reconquista a los que son más críticos de entre los suyos- sino porque le hace empatizar con la mayoría que votándole, o no, detesta este tipo de comportamientos.
Hay que reconocer que por muy cabreado que uno esté, liarse a palos contra una piñata en forma de Sánchez no parece la mejor solución. No serían percibidos igual si a los manifestantes de la sede de Ferraz les diera por concentrarse de forma pacífica en tiendas de campaña -por grupos de interés- emulando el espíritu crítico con el que arrancó el movimiento social del 15 M. Cosas de la vida quienes empezaron así allá por el 2011 acabaron comprando casoplones en Galapagar y cometiendo algunas de las tropelías que tanto criticaron. Pero ese espíritu inicial contribuyó a cambiar las cosas y ya saben que la política es relato. Mejor manifestarse en tiendas de campaña que golpeando piñatas.
La violencia en las calles no es nuevo. No hace tanto en Valencia se promovieron escraches tan agresivos como los de ahora a la puerta de los domicilios particulares de políticos del PP como Rita Barberá, Francisco Camps o Esteban González Pons. En Madrid también los sufrió Soraya Sáez de Santamaría que recuerde. Muchos han sufridos gritos y pintadas en sus casas con perlas como «al paredón», «no habrá paz para los malvados» o dibujos de horcas, pistolas e incluso envíos de balas que llegaron también a ministros socialistas como Grande Marlaska o el propio Pablo Iglesias de Podemos. Daba igual que hubiera menores en casa. Daba igual infundir miedo. Todo censurable, formas impropias que incitan al odio y que han afectado de manera transversal -aunque a unos más que a otros- a todos los partidos.
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En Cataluña pueden darnos clase de cómo subsistir porque miles de catalanes -no soberanistas que también los hay- han soportado durante años la tensión callejera con quema de contenedores, de imágenes del Rey Felipe VI, Sánchez y Rajoy -cuando el primero estaba en la oposición y el segundo presidía el gobierno- o de quien fuera líder de Ciudadanos, Rivera. Actos que después el Tribunal Europeo de Estrasburgo no consideró delito porque estaban amparados por la libertad de expresión. Veremos qué pasa con las piñatas.
Será consecuencia de la amnistía forzada que nos quieren imponer a todos o porque recuperar la normalidad es preocupación nuclear del mediador, pero lo que es evidente, es que mientras en Cataluña se avanza hacia la tranquilidad la tensión se instala poco a poco en otros puntos del país. ¿No les parece?
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