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La diadema que hace unos días lució la reina Letizia para despedir a su hija tras embarcarse en el buque escuela Juan Sebastian Elcano me ... llevó, irremediablemente, de viaje al pasado. Me recordó al colegio de monjas al que fui toda mi vida y cuyo universo femenino podía dividirse, fácilmente, entre las niñas que llevaban diadema y las que no. A partir del simbolismo de tal complemento -su color, si llevaba decoración extra, el peinado o despeinado con que la acompañabas, cómo la llevabas puesta o su estado de conservación entre otros- podías construir en idioma infantil un completo perfil psicológico y muy atinado sobre la auténtica personalidad de su portadora. Eran, sin duda, un complemento muy revelador.
Y ya en el presente, tras trastear por internet, logré encontrar el por qué de esta elección decorativa tan inesperada por parte de la reina y resulta que tiene una lectura íntima, en clave más familiar y -si me lo permiten- un poco de andar por casa. Porque, puestos a elegir (léase la exageración), podía haber echado mano de una tiara de diamantes de cualquier antepasado real, pero no, escogió la diadema que usó la infanta Sofía en la comunión de su hermana la princesa Leonor. «Tú no estás hija, pero estarás de algún modo» y se plantó su diadema en recuerdo vivo de la hermana ausente, elevando así -aún más si cabe- el lenguaje simbólico de estos artilugios con los que se podrían hacer, a este ritmo, varias tesis doctorales.
La verdad es que de lo que vi aquel día mientras los reyes se despedían de su hija me gustó y, ahora aún más, tras saber el mensaje de la diadema. Su comportamiento fue tan normal y entrañable que podría ser la familia de cualquiera que se despide entre lágrimas, cariño, ternura y emoción. Con una comunicación íntima llena de esos símbolos y costumbres que nos hacen ser familia. Como cuando llevas un pañuelo que te regaló tu padre para un examen difícil, o te pones determinada colonia, llevas algo de la suerte, enciendes una vela, te dan una estampita y cosas así. Ya puestos, yo también le entregaría a mi madre el Toisón de Oro como ha hecho ahora el rey con su madre la reina Sofía. Me parece otro gran acierto del rey y un reconocimiento más que merecido para su madre. También creo que le hubiera gustado poder celebrar en España el cumpleaños de su padre el rey Juan Carlos pero, claro, las cosas no están aquí para mucha juerga más allá que sacar a pasear otra vez a Franco. Qué cansinos. Todo para seguir creando este ambiente de polaridad tan desagradable de incomunicación donde cada uno va a lo suyo, con un lenguaje propio que sólo entienden los suyos. Como con la diadema puesta. ¿No les parece?
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