No todo van a ser arrugas, achaques y falta de hormonas. Hay algunas alarmas del paso del tiempo que son muy llevaderas y hasta tiene ... chispa poder detectarlas. Son síntomas de haber vivido.

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Llevar clínex en el bolso, porque alguien puede necesitarlos, es uno de ellos. No salir de casa sin gafas de cerca o utensilios similares de imprescindible uso, otro. También cuando te empiezan a fallar los electrodomésticos, uno tras de otro, porque -aunque tú los ves como si estuvieran nuevos- llegó puntual su hora por eso de la obsolescencia programada sin que tú te hayas dado ni cuenta. En un suspiro.

Hay otro aviso, muy común de que el tiempo va pasando, que es cuando empiezas a cogerle manía a los muebles baratos que un día montaste -con mucha ilusión- pero con la expectativa de que durarían poco. Años después, los cambiarías. Pero no, allí siguen como vírgenes, plantándote cara a diario sin rasguño aparente pese al paso del tiempo.

Con los años también va a más la capacidad de asombro. Ante el contexto. Me pasa con los bancos, que ya no son lo que eran. Me pasa con las llamadas telefónicas comerciales indiscriminadas, a todas horas y que, son puro acoso en el caso de las personas más mayores.

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Me pasa con las pantallas y la gente joven con posturas que nos condenaban a evolucionar hacia la cuadrupedia, con cráneos más gruesos como los neandertales para sostener con nueva musculatura sus cabezas.

Me pasa con las organizaciones políticas que por lo general se comportan con otras claves. Que se aplauden mientras dejan demasiado solos a los suyos, cuando menos deberían hacerlo, o que premian a quien puede merecerlo pero en tiempos poco oportunos para hablar de recompensas.

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Me pasa, tras la Riada, con que se hablen de ayudas que son a devolver y no a fondo perdido -como debería ser- porque en Valencia vivimos una catástrofe tras otra catástrofe. Los valencianos estamos sufriendo las consecuencias de la peor riada pero tras padecer como el resto una histórica pandemia. A Valencia no le valen las ayudas de siempre, porque ni es igual ni es lo mismo que en cualquier otro sitio. Llegó el desastre de la riada cuando todavía muchos luchaban por recuperarse y ponerse en pie tras el COVID. Todavía pagando aquello.

Me pasa también porque no entiendo que estemos, por ejemplo, con personas sin coches cuando tenemos una fábrica en Almussafes -que atravesaba además ciertas dificultades- y que podría fabricarlos a cientos. Incluso haciendo una edición especial.

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Al menos, frente a tanto ruido, siempre nos quedará el refugio del buen cine. Si me dan a elegir me quedo con el antiguo. Donde haya un largometraje en blanco y negro que se quite el color. Ver actuar a Gene Tierney en 'Laura', Edward G. Robinson en 'La mujer del cuadro' o con el torturado Bogart de 'Un lugar solitario' que se quite todo lo demás. Son buenos motivos (o excusas si lo prefieren) para volver a comer palomitas, como cuando éramos más jovenes. ¿No les parece?

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